Finalmente, vamos a dar un garbeo por la Feria del Libro de Madrid. Quedan unos días para el cierre y aún no había ido a comprar. Porque la Feria del Libro madrileña la recorren dos clases de visitantes: quienes van a mirar y quienes van a comprar. Quiere decirse que hay gente que sólo va a vislumbrar famosos, a mirarles firmar, a curiosear y a empaparse del ambiente casi surrealista que predomina estos días en el Retiro. Sólo así se puede calificar un sitio en el que hay un tío disfrazado de Spiderman repartiendo publicidad, cerca de la caseta en la que firma un clásico vivo de las letras. En el que se tropieza uno con celebridades, vagamundos, políticos, vigilantes, poetas de “la voluntad” y una docena de vikingas cantando a coro a la entrada, como si hubieran salido del reparto de “Sonrisas y lágrimas”.
En esta ocasión apunto en un papel los libros que estoy buscando, la editorial en la que se publicaron y el número de caseta correspondiente, para evitarme paseos innecesarios. Compro alguna novedad, algún título de cine y, en la caseta de Anagrama, encuentro un ejemplar de “Visitando a Mrs. Nabokov y otras excursiones”, donde se reúnen ensayos y reportajes de Martin Amis. Un libro muy difícil de encontrar por Madrid. En la caseta de Mondadori pregunto si tienen el último de Michael Chabon, o sea, “La solución final”. Aclaro que no sé si ha salido ya o si está a punto de hacerlo, pero el tipo que me atiende parece sordo y se dedica a buscar el título entre los libros antiguos de la editorial. Por supuesto, me pregunta unas veinte veces por el apellido del autor y por el título que busco. Me marcho, casi deprimido.
Cuando estamos cerca de la salida, quien conmigo va se detiene en una caseta en la que están firmando José Luis Sampedro y Santiago Carrillo. Quiere comprarse las “Memorias” de Carrillo en edición revisada y ampliada, así que coge un ejemplar, lo paga y nos ponemos a la cola. Por cada persona a la que Carrillo firma, se incorporan dos más a la fila. Delante de nosotros hay un hombre de aspecto pulcro, muy aseado: traje, corbata, gafas, fino bigote y algunas canas en las sienes. Sujeta varias bolsas con sus compras. Se gira hacia nosotros. Dice: “¿Les importaría hacerme un favor?” Es mexicano. De maneras suaves y acento dulce. En seguida le respondemos: “No, por supuesto. ¿De qué se trata?” Ha traído una cámara digital. Nos pide que le hagamos varias fotografías en el momento en que Carrillo estampe su autógrafo en el libro. Luego le dice a mi acompañante que le devolverá el favor: en cuanto sea su turno, él le hará unas fotos con su cámara y nos las enviará por correo electrónico. Acepta. Mientras aguardamos, el hombre habla de Carrillo, asegura que es la Historia, un pedazo de Historia. Nos cuenta que ha venido a España porque participaba en el jurado del Premio Internacional Menéndez Pelayo que la UIMP le acaba de dar a Belisario Betancur, ex presidente de Colombia. Su tarea consistía en evaluar a los candidatos. Llega su turno y ellos se hacen fotos, mientras yo converso con el agente de la secreta que está vigilando la barraca con los ojos emboscados en unas gafas de sol. Carrillo firma despacio y dialoga con cada lector que se le acerca reclamando su rúbrica. Luego nuestro nuevo amigo nos enseña las fotografías. Le damos un papel con una dirección de correo electrónico y nos entrega su tarjeta, por si se le extraviara la nota. “Si no les escribo, envíenme un e-mail recordándome que les debo una foto”. Leo la tarjeta. Aquel hombre educado, amable, de dulce voz y aspecto pulcro, resulta ser don Pedro Ortega Romero, rector de la Universidad de Sonora. Así es la Feria.