viernes, junio 08, 2007

Caza de brujas

Es célebre el alegato final de John Proctor, condenado a la horca, en el último acto de “Las brujas de Salem”, de Arthur Miller. Casi todo el mundo lo conoce: bien por leer la obra original, bien por las representaciones teatrales, bien por alguna de las versiones que ha dado el cine, la de Simone Signoret e Yves Montand, o la que protagonizaron Daniel Day-Lewis y Winona Ryder, amén de las numerosas versiones para televisión, una de ellas en el mítico “Estudio 1”. Pero refrescaré la memoria copiándolo aquí, ya que es la semilla de la obra y contiene la protesta del escritor ante el macarthismo y la caza de brujas en Estados Unidos. Cuando, tras firmar una confesión, el gobernador le pregunta por qué no quiere que ese papel, en el que reconoce su (falsa) culpabilidad, se exponga en la puerta de la iglesia del pueblo, Proctor responde: “¡Porque ahí está mi nombre! ¡Porque no tendré otro mientras viva! ¡Porque he mentido y he firmado mentiras! ¡Porque no merezco pisar el polvo que pisan los pies de los que van a ser ahorcados! ¿Cómo voy a vivir sin mi nombre? ¡Le he entregado el alma, déjeme al menos mi nombre!”
En el Teatro Español se representa, actualmente, esta obra de Miller en versión de Alberto González Vergel, quien dirige la función. La han puesto en escena con un nutrido reparto en el que despuntan las actrices femeninas, no sé si porque se han esforzado más: María Adánez, imparable en cine y en teatro y en televisión, Marta Calvó, Carmen Mayor, Lia Chapman, Carmen Bernardos, por citar algunas de ellas. Entre los hombres mencionaré a Juan Ribó y a Manuel Gallardo, en los respectivos papeles de Reverendo Hale y Gobernador Danforth. También resulta convincente Sergi Mateu en la piel de Proctor; sin embargo, cierta rigidez corporal a lo largo de su interpretación, que ignoro si es estudiada o involuntaria, le resta algo de credibilidad, como si viésemos no a un hombre, sino a un dibujo animado. Me incomodó, asimismo, la música utilizada para algunos pasajes. Le sobra, y no pega demasiado con lo que nos están contando. Por lo demás, la obra se disfruta de principio a fin, gracias a la fuerza de ese texto desgarrador en el que se cruzan las acusaciones y las actitudes intolerantes y fundamentalistas. Ha dicho su director, González Vergel, que se trata de una producción con muchas lecturas, y no se aparta de la verdad. Cada vez que veo la película de Nicholas Hytner o leo el texto o, como en esta ocasión, acudo al teatro, descubro detalles que se me habían pasado por alto, los personajes me caen mejor o peor según mi estado de ánimo o los actores que los interpreten. Puede uno imaginar, leyendo o viendo “Las brujas de Salem” o “El crisol”, lo que fue aquella persecución de listas negras y hombres que se traicionaban a sí mismos y traicionaban a sus compañeros, y hombres que, como Proctor, al final elegían la verdad, elegían limpiar su nombre y no mancillar al resto aunque esto les empujara a la condena.
En esta versión del Teatro Español se incluye una breve escena que Miller escribió como apéndice del texto: el encuentro nocturno en un bosque entre la pérfida Abigail Williams y el adúltero John Proctor, donde se manifiesta la pasión que hubo entre ambos. Al parecer, según desvelaban en el programa de mano que nos dieron antes del comienzo del espectáculo, es una escena que no se había representado hasta ahora. Sergi Mateu es Proctor y María Adánez es Abigail. Me gusta cómo esta actriz es capaz de pasar de la comedia al drama y de la televisión al teatro y afrontar el reto con esa poderosa energía que despliega ante los espectadores.