viernes, marzo 16, 2007

Hotel Honolulu, de Paul Theroux


Un escritor en crisis, incapaz de redactar una línea, se marcha a Hawai y consigue un trabajo como director del Hotel Honolulu. Sin intuirlo, porque hasta el viaje más tortuoso es el camino al hogar, se verá desbordado durante años por las múltiples historias de los excéntricos personajes que se alojan en sus habitaciones o, simplemente, acuden al bar a tomarse un combinado: y de ahí, al final, sacará su material narrativo, como de una mina nutrida de joyas humanas.
Paul Theroux, de quien aprovecho para recomendar La Costa de los Mosquitos (muy bien adaptada por Peter Weir), reúne aquí esas interesantes historias, utilizando como hilo conductor su cargo al frente del hotel y el propio edificio como escenario de las mismas. El libro enlaza sin cesar las anécdotas y las miserias de los inquilinos, de tal manera que incluso podría leerse como un volumen de relatos. Con un fino equilibrio entre lo sórdido y lo cotidiano, lo trágico y lo cómico, desfilan por sus páginas millonarios, biógrafos, prostitutas, chicas que se suicidan juntas, casados que se reúnen con sus amantes, reporteros, viudas excéntricas, familias incestuosas, asesinos, famosos… Un ejemplo: la historia de un carpintero que se aloja durante años en una habitación, sin salir nunca ni permitir que nadie entre; siempre hace ruidos extraños, de serrucho y martillo, hasta que un día deja de hacerlos; cuando el director abre la puerta, lo encuentra muerto y metido dentro del ataúd que durante años había construido.