Siempre es un placer leerse una obra de teatro de Beckett, uno de los escritores más fotogénicos de la historia. Incluso en los fragmentos en los que uno no entiende (o tarda en hacerlo) de qué demonios hablan los personajes, es imposible soltar el libro. En Fin de partida tenemos a un señor y su siervo, Hamm y Clov, respectivamente, criaturas de un mundo que parece haberse extinguido. Los diálogos ágiles, el absurdo del ser humano y el humor conviven en ese cuarto donde un hombre ciego y en silla de ruedas afronta el fin de la partida perdida.
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