De Michael Chabon había leído Chicos prodigiosos, novela que adaptaron al cine con buenos resultados: era el retrato de un escritor maduro, niño prodigio de las letras en su juventud, que se atasca en un libro-monstruo cuyas páginas crecen sin que atisbe el final.
En Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay asistimos a la historia, a través de dos décadas, de dos primos judíos a quienes durante la Segunda Guerra Mundial se les ocurre inventar un cómic protagonizado por El Escapista, un superhéroe que combate a los nazis. De este modo pueden elevar la moral de los ciudadanos de Norteamérica, y de quienes han emigrado de Europa, y luchar contra Hitler, aunque sólo sea desde las viñetas irreales de una serie de tebeos.
El trabajo de Chabon es, como el título de su libro, asombroso. Nos adentramos de su mano en el mundillo del cómic de los 40, en los círculos artísticos del Nueva York de entonces (con apariciones de personajes reales: Orson Welles, Salvador Dalí, Stan Lee, Dolores del Río), en el absorbente territorio de ilusiones de los magos y los escapistas. Arranca en Praga, cuando uno de los primos, versado en escapismo, trata de encontrar El Gólem antes de huir a Estados Unidos: esa primera parte resulta soberbia, la mejor.
Chabon no sólo se ha documentado hasta un punto obsesivo (empapa la narración de exhaustivas descripciones y de detalles históricos, geográficos, culturales; incluso ha rescatado los nombres de los paquetes de cigarrillos, de las bebidas, de los superhéroes y los dibujantes que había en el mercado, de las teorías acerca del cómic), también aborda el universo de las viñetas hasta el hueso mismo. Nada se le escapa, e incluso crea a superhéroes nuevos e inventa aventuras para ellos. Conocemos a dibujantes, empresarios, guionistas, soldados, ricos, pintores, cineastas, policías, magos, escapistas. Uno de los protagonistas aprende, con los años, que los trucos de cartas y de sombreros no constituyen la verdader magia: la verdadera magia, descubre, es la capacidad de evasión que tiene el arte, el modo en que a veces nos cura ciertas heridas o nos ayuda a olvidar el pasado.
La novela recibió el Premio Pulitzer. Pero habría que reprocharle algo: su extensión. Las 733 páginas de la edición de bolsillo, tan prolijas en detalles, descripciones, personajes, superhéroes, historia, teoría del cómic, etc, terminan pesando en el lector. Y en el último tercio del libro uno empieza a cansarse, saturado de tantísima información.