Compré este libro, de 700 páginas y formato grande, apenas unos meses después de salir en la edición de Circe. Tengo todas las obras de Don DeLillo que aparecieron en esta editorial, y luego compré las que ha ido publicando Seix Barral y eran nuevas o estaban inéditas. En fin, que dispongo de toda su bibliografía en castellano y, entre las que me faltaban por leer, estaba Submundo... cuya lectura he ido aplazando años porque sus dimensiones me acojonaban un poco.
Pues bien, por fin la he leído y me parece descomunal y absorbente. Dibuja un retrato de los USA mediante numerosos temas que agotarán a quienes no estén versados en trayectos tan largos, y nos demuestra otra vez que DeLillo fue por delante de todos, se adelantó a su tiempo ya en los 90: internet y sus hipervínculos, la basura en las calles, el reciclaje doméstico y la gestión posterior de los residuos en los vertederos, el béisbol y el fanatismo hacia los objetos, las algaradas callejeras, los asesinos en serie, la guerra fría y las pruebas nucleares en los desiertos, la construcción del World Trade Center, el poder de la tecnología, las apariciones de Lenny Bruce y Sinatra y Edgar Hoover, la transformación de un hombre desde su paso por un reformatorio hasta su ingreso en el modelo laboral y económico...
La prosa de DeLillo quizá cueste un poco a los que nunca hayan leído su obra porque es un autor capaz de nombrarlo absolutamente todo y suelta sentencias anómalas, enigmáticas y deslumbrantes. Sólo me han pesado algunas páginas en torno a la 400, cuando para mi gusto se desvía demasiado de los hilos principales. Unas cuantas citas:
A veces veo cosas tan conmovedoras que sé que debo marcharme. Contémplalas y vete. Si te quedas demasiado tiempo, desgastas esa muda conmoción. Ámalas, confía en ellas y vete.
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Puedes quejarte de la tecnología tanto cuanto desees. La tecnología expande tu autoestima y os conecta, a ti y a tu bien planchado traje, con cosas que se deslizan por el mundo y que de otro modo no percibirías.
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La realidad no surge hasta que uno analiza los puntos.
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El viento transportaba el hedor de la montaña de desolación.
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Sólo hay una realidad. Quienquiera que controle tus ojos, domina el mundo.
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No la viste porque no sabes mirar. Y no sabes mirar porque no conoces los nombres.
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Las cosas más cotidianas representan los conocimientos más olvidados. Esos nombres son fundamentales para tu progreso.
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El capital elimina los matices de una cultura.
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El auténtico milagro es Internet, la red, donde todo el mundo es todo el mundo al mismo tiempo, y él está allí, entre ellos, invisible.
[Circe Ediciones. Traducción de Gian Castelli]