viernes, septiembre 13, 2024

Obras completas, de Wolfgang Borchert

 

Supe de este libro hace muchos años y gracias a David González. En seguida lo compré aunque no lo leí. Con el tiempo otro colega, Salva Rubio, escribió sobre el autor en su perfil y en un reportaje.

Por fin me dio por sacarlo del estante y leerlo y os garantizo que es magnífico. La historia de Borchert tiene tela porque le hicieron enrolarse en las tropas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial, estuvo en prisión, sufrió heridas en combate y padeció enfermedades y murió a los 26 años, dejando unas obras completas breves en las que había relatos, poemas y una obra teatral.

Los relatos demuestran una madurez excepcional, tanto personal como literaria. Borchert escribía deprisa, con el tiempo sobre la nuca y sin detenerse en florituras, y el resultado es una prosa que impacta y va al grano. Los poemas me parecieron más endebles; incluso a él mismo no le parecían gran cosa. La obra teatral está bastante bien y fue llevada al cine en varias ocasiones.

También recomiendo leerse el epílogo de Fernando Aramburu: además de traducir todos los textos, aporta datos puntuales. Unos fragmentos:

¿No lo sabes? ¿No sabes lo horribles que son los gritos que crecen en el mundo, que crecen llenos de angustia en el mundo que sube por dentro de ti y brama? Que brama en el silencio de la noche, brama en el silencio del amor, brama en la muda soledad. Y los gritos dicen: ¡Escarnio! Dicen: ¡Dios! Dicen: ¡Vida! Dicen: ¡Miedo! Y nosotros estamos a su merced con toda la sangre que contenemos.
Nos reímos. Y nuestra muerte está prevista desde el principio.
Nos reímos. Y nuestra putrefacción es inevitable.
Hoy al atardecer. Pasado mañana.
Dentro de nueve mil años. Siempre.
Nos reímos, pero nuestra vida ha sido arrojada, entregada fatalmente al azar. A lo casual, ¿comprendes? Lo que en el mundo cae, puede caer sobre ti y aplastarte o dejarte intacto. Según la casualidad decida casualmente. Y nosotros: a merced de ella, arrojados para que nos devore.


[Del relato “Conversación por encima de los tejados”]

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No, la vida es algo más que correr bajo la lluvia y asir picaportes. Es algo más que pasar por delante de caras y recordar olores. La vida es: tener miedo. Y tener alegría. Tener miedo de caer bajo el tren. Y alegría porque no hemos caído bajo el tren. Alegría de poder seguir adelante.

[Del relato “La ciudad”]

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El canadiense no podía parar de reír. Reía y reía. Pero no se reía de alegría ni tampoco de placer. Se reía. Reía por incredulidad, por sorpresa, por asombro, por duda. Reía porque no era capaz de imaginar. Reía porque le parecía imposible. Reía porque era monstruoso. Reía porque le daba escalofríos, porque estaba paralizado, porque sentía horror. Sentía horror y reía.

[Del relato “Billbrook”]



[Laetoli. Traducción de Fernando Aramburu]