martes, mayo 28, 2024

Palabras amables y una pistola cargada, de Noel “Razor” Smith

 

No conocía a Noel Smith, un antiguo atracador reciclado en escritor y cronista de las cárceles. Su autobiografía es un recorrido por calabozos y cárceles inglesas y centros de detención de menores y prisiones preventivas… Durante años, desde muy joven, su sistema de vida fue más o menos así: daba algunos palos, con predilección por atracos a bancos, hasta que lo pillaban; luego acababa entre rejas, vivía allí un tiempo (y, sobre todo, sobrevivía), le devolvían la libertad, reincidía y regresaba al trullo. Fue en torno a los 40 años cuando aceptó que ya no podía llevar esa vida, y además con mujer e hijos esperando en casa, y empezó a interesarse por la literatura. Empezó a escribir relatos, artículos… y el gusanillo le envenenó para siempre y le hizo cambiar de conducta.

En estas memorias, vertiginosas y repletas de criminales, funcionarios de prisiones y compadres de escopeta, también hay lugar para las celebridades, ya que Smith conoció y trató a leyendas de la cárcel como McVicar y Bronson (sobre quienes rodaron sendas películas muy recomendables). Subtitulado “Autobiografía de un delincuente profesional”, es un gran libro en todos los sentidos: tiene unas 600 páginas, así que hay que tomar aire antes de emprender el recorrido por esos años (los 70, los 80, los 90…) y flipar con todas las cosas que le sucedieron. Unos extractos:

Así que, sí, hay una especie de sistema de clases también en el mundo de los delincuentes, y el código entre delincuentes es uno de los elementos que nos separan. El código nos permite el lujo de elevar nuestras vidas y nuestros actos por encima de los del delincuente común y nos otorga un estatus especial. En realidad, el código entre delincuentes no es más que una mezcla de protocolo moral tomado de fuentes tan diversas como los Caballeros de la Mesa Redonda, el bushido japonés, las películas del Oeste y el típico carácter estirado británico, entre otras muchas cosas. Nunca abandones a un amigo en apuros, ni des señales de cobardía cuando te enfrentes al enemigo, ni te empeñes en ser violento con los que son más débiles que tú; y compórtate con honor y dignidad en todo momento. Es tan sencillo, y tan complicado, como eso.

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Prefería que me dieran mil palizas a la vergüenza de rajarme delante de mis compañeros. Las palizas se curan, pero la reputación de gilipollas puede perseguirte toda la vida.

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¿Por qué les costaba tanto entender que si encierras a un ser humano, hagas lo que hagas, nunca podrás hacerle perder su deseo de escapar? El encarcelamiento es algo antinatural y por eso se emplea como castigo; si nos sintiésemos como pez en el agua, no tendría ningún impacto. Nos adaptamos a la cárcel, igual que nos adaptamos a otras condiciones duras y antinaturales, pero eso no significa que perdamos por completo nuestro instinto natural de libertad.

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Siento una gran admiración por las personas honradas que aguantan durante años en trabajos de mierda mal pagados, sobreviviendo día a día y teniendo que tragarse la amargura y la desilusión, sin ningún horizonte esperanzador salvo tomarse un par de pintas el fin de semana y poder jubilarse algún día. Ellos son los verdaderos héroes de este mundo.




[Sajalín Editores. Traducción de Diego de los Santos]