Werner Herzog es un personaje grandioso. Después de leer estas memorias nos queda claro que se trata de una reencarnación contemporánea de Jack London o del Capitán Richard Burton o de Herman Melville o de Stevenson: es decir, una de esas personas que compaginaban el arte y la aventura, el intelecto y el riesgo, el viaje y la escritura.
Herzog escribe pero además rueda cortos, películas y documentales desde tiempos inmemoriales (soy de esos dinosaurios que vieron algunas de sus obras en pantalla grande) e incluso se permite hacer cameos en superproducciones de Hollywood y en series animadas. También organiza óperas y lo adoran tanto en el cine independiente como en el sistema de grandes estudios. Pruebas de ello son algunas de las anécdotas que cuenta de cuando le pidieron colaboraciones Tom Cruise para Jack Reacher, Matt Groening para Los Simpson, Jon Favreau para El mandaloriano, etc. Sus memorias son todo lo caóticas (y divertidas) que cabría esperar.
Habla (muy bien) de los mencionados y también de algunos de sus colegas, de su manera de enfocar el cine, de las mujeres que le han ayudado, de sus obsesiones. Me quedo con esta frase: "Yo no quiero ser una mosca, sino un avispón que pica". Extractos:
Por cierto, hoy por hoy solo soy capaz de aprender de otras películas cuando son malas. Las buenas sigo mirándolas como las veía al principio. Considero que las grandes películas son un misterio, incluso después de haberlas visto varias veces.
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Las distribuidoras han desaparecido y los cines de arte y ensayo, de los que siempre desconfié, ya no existen, salvo contadas excepciones. En cambio, mis obras están cada vez más presentes en internet. Siempre he pensado que hago películas mainstream, con el matiz de que, en cierto modo, soy un mainstream clandestino. Aunque también es posible que solo me diga eso a mí mismo para consolarme. Las cámaras y el montaje digitales también me facilitan el trabajo. Aunque suene a exageración, ahora puedo montar una película casi tan rápido como lo hago en mi mente.
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Mi trabajo me ha obligado a confrontarme con los hechos desde el principio. Hay que tomárselos en serio porque tienen poder normativo, pero nunca me ha interesado hacer películas basadas solo en ellos. La verdad no tiene por qué coincidir con los hechos. De lo contrario, la guía telefónica de Manhattan sería el libro de los libros: cuatro millones de entradas, todas objetivamente correctas, todas verificables. Pero eso no nos dice nada acerca de las decenas de James Miller que aparecen en ella. Su número y dirección son correctos, pero ¿por qué lloran sobre la almohada cada noche? Solo la poesía, la invención de los poetas, puede revelar una capa más profunda, una especie de verdad. Para ello he acuñado el término verdad extática.
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Como autor de una película, dicen, tienes que desaparecer por completo, tienes que ser como una mosca en la pared. Según esta filosofía, las cámaras de vigilancia de las sucursales bancarias son el documental ideal. Yo no quiero ser una mosca, sino un avispón que pica.
[Blackie Books. Traducción de Marina Bornas Montaña]