Muchos años después de mi primera lectura de La naranja mecánica, compré la nueva edición especial aniversario para releerla. Incluye jugosos extras y aciertos: nueva traducción, tapa dura, ilustraciones, inclusión del famoso capítulo 21, prólogo y notas de Andrew Biswell y varios textos de otros autores, además de los de Anthony Burgess. Como la novela ya la conoce mucha gente (aunque esta traducción engrandece aún más el libro), voy a copiar aquí algunas citas de los textos incluidos en el apartado de extras, indicando al final de cada uno de ellos el título al que pertenece.
Citas de los ensayos y artículos:
El título es lo menos difícil de explicar. En 1945, licenciado del ejército, oí a un cockney octogenario en un pub de Londres decir que alguien era “tan raro como una naranja mecánica”. Lo de “rarito” no significaba homosexual: significaba loco. La frase me intrigó con su extraña fusión de lo demótico y lo surrealista. Durante casi veinte años quise utilizarla como título de algo. Durante esos veinte años la oí varias veces más, en estaciones de metro, en pubs, en representaciones de televisión, pero siempre en boca de los cockneys de mayor edad, nunca de los jóvenes. Era un tropo tradicional, y lo que pedía era servir de título de una obra que combinara la preocupación por la tradición y una técnica extraña. La oportunidad de utilizarla surgió cuando concebí la idea de escribir una novela sobre el lavado de cerebro. El Stephan Dedalus de Joyce (en el Ulises) se refiere al mundo como una “naranja oblonga”: el hombre es un microcosmos o un pequeño mundo; es un crecimiento tan orgánico como una fruta, capaz de tener color, fragancia y dulzura; entrometerse en él, condicionarlo, es convertirlo en una creación mecánica.
Anthony Burgess, “Mermelada mecánica”
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Pero hacia ese mecanismo, el Estado, que en primer lugar se preocupa por la autoperpetuación y, en segundo lugar, es más feliz cuando los seres humanos son predecibles y controlables, no tenemos ningún deber, ciertamente ningún deber de caridad.
Anthony Burgess, “Mermelada mecánica”
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Pero en cierto sentido, la destrucción es un medio de creación. Cuando un vándalo le propina un golpe a un lateral de una cabina telefónica, o raya su nombre en la pared de un vagón de metro, está dejando su marca. Lo sepa o no, intenta demostrar que existe y que tiene la capacidad de afectar y cambiar las cosas. La violencia destructiva es una forma de decir: “Mira, estoy aquí”. Es la forma más fácil. Eso es creación negativa. La creación positiva es mucho más difícil, requiere paciencia y talento. Por supuesto, estos jóvenes rufianes no tienen paciencia. Es mucho más fácil destruir que obtener un bloque de piedra y esculpir lenta y cuidadosamente una imagen. Eso requiere ser un artista. La violencia es mucho más rápida; y para los matones, el camorrista, supongo que la violencia es más gratificante porque es más libre. No hay restricciones y no hay control. También existe este impulso de libertad en la violencia.
“Extracto de una entrevista inédita con Anthony Burgess”
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El artista es un rebelde que desafía el control a través de su obra. Se escapa a su armario, donde pinta, o escribe, o esculpe, y así de esta manera mantiene su identidad. Puede que la violencia criminal sea una expresión del mismo tipo, o de una clase similar de libertad. Sin embargo, en el momento en que utilizas la violencia, estás fuera de control.
“Extracto de una entrevista inédita con Anthony Burgess”
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La violencia es el caos. Hay una guerra constante entre lo caótico y lo estético, y el individuo debe luchar para afirmar su propia autoridad.
“Extracto de una entrevista inédita con Anthony Burgess”
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Cuando los seres humanos se ven incapaces de realizar actos de maldad, también se ven incapaces de realizar actos de bondad. Porque ambos dependen de lo que San Agustín llamó liberum arbitrium, el libre albedrío. Nos guste o no, el poder de elección moral es lo que nos hace humanos. Para que la elección moral exista, debe haber objetos de elección opuestos. En otras palabras, tiene que existir el mal. Pero también tiene que existir el bien.
Anthony Burgess, “Nota de programa para La naranja mecánica 2004”
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A los verdaderos artistas siempre se les trata como si hubieran inventado el mal, pero su verdadera tarea, una de tantas, es demostrar que el mal existía mucho antes de que manejaran su primer bolígrafo o procesador de textos. Si un escritor no dice la verdad es mejor que no escriba.
Anthony Burgess, “Nota de programa para La naranja mecánica 2004”
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La violencia fascina porque es el anverso de la única cosa que la humanidad comparte con Dios: la capacidad de crear. La creación requiere talento y la violencia no, pero ambas tienen el mismo resultado: la transformación de la materia natural, la excitación rozando lo orgásmico, una sensación de poder. Si hay vergüenza en la perpetración de la violencia, en contraposición a la de la euforia casi religiosa de producir una obra de arte, esta se justifica fácilmente por el sentido de un fin exaltado del que la violencia es el medio: la construcción de una sociedad mejor, por ejemplo.
Anthony Burgess, “Una última palabra sobre la violencia”
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La violencia solo se puede contrarrestar con la violencia, y ahora debemos aceptar que la brutalidad, a menudo llevada a cabo en nombre de los motivos más elevados, es un aspecto imborrable de la vida contemporánea. No me refiero únicamente a la tortura y el asesinato, sino también a la violencia ejercida sobre la estabilidad de la comunidad a través de medios como la inflación, y la más terrible violencia, promulgada en nombre del progreso tecnológico, que se ejerce sobre el medio ambiente. Todos nos hemos acostumbrado a la violencia: es nuestra noticia diaria y nuestro entretenimiento nocturno.
Anthony Burgess, “Una última palabra sobre la violencia”
[Minotauro. Traducción de Juan Pascual Martínez Fernández]