Hace muchos años que tengo los dos libros de Lois Pereiro que publicó la editorial (ya desaparecida) Libros del Silencio. En su momento leí uno de ellos, justo el que se incorporó a esta Obra completa: el poemario Poesía última de amor y enfermedad. Semanas atrás di con el primero en mi biblioteca y me decidí a leerlo entero. Con prólogo de Pere Gimferrer e introducción de Xosé Manuel Pereiro, éste es el índice de obras que lo componen:
–Poemas para una loia
–Poemas 1981-1991
–Poesía última de amor y enfermedad
–Náufragos del paraíso
–Modesta proposición para renunciar a hacer girar la rueda hidráulica de una cíclica historia universal de la infamia
–Conversación ultramarina
A saber: poemarios, una novela inacabada, ensayos y un diario (Conversación ultramarina) que, para mí, es lo mejor del libro. Y de este texto van unas cuantas citas:
Hoy despierto bajo el peso del insomnio de estas últimas noches. La vida es como una bestia en peligro.
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Pienso sobrevivir, pero a base de sudor, lágrimas e indiferencia al mundo si nadie me ayuda a evitarlo.
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Y mañana temprano tengo que ir al médico para que me diga con un interés que no le quiero negar que si me porto bien y no me salgo de los límites puedo vivir muchos años, como les dijo a docenas de pacientes antes que a mí.
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Cuando no puedo estar con quien amo, intento amar a quien está conmigo.
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Viviré sin miedos. Acepto todo lo que me ofrecen; soy un ser en exposición en la tienda de las vivencias. Ya no rechazo nada. No despreciaré a nadie. Estoy en el mundo y sigo siendo yo mismo. ¡Vade retro, sombras de otro pasado!
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Apártate de la euforia. Sé elegante en eso. Deja que el tiempo envejezca tus sensaciones, como el buen vino, y profundice en lo que amas, y en aquellos en los que ahora tú debes ayudar: es tu turno.
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Aprender a vivir con las cicatrices que me dejen las heridas que vendrán…
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En la consulta, en el cementerio de coches adonde vamos todos en busca de piezas de recambio. A veces las encontramos y otras veces no. Yo sólo quiero que me quiten estos faros amarillos. Me sacan sangre y el viernes ya veremos. Paso por delante de un chaval custodiado por dos polis. Tiene una irónica expresión de desafío; y a mí, por un momento, me gustaría estar en su lugar para poder poner esa expresión.
Y digo yo, ¿será grave o sólo será mortal? Admito apuestas…
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Ya en el hospital, un día ajetreado: rayos X, tres médicos (mujeres, como es lógico) van viniendo una detrás de otra a verme. (“Mis niñas”, como llama el Dr. Pedreira a sus MIR.) “¿Años?”, me pregunta la jovencita de cara aplicada. “Treinta y siete”. “¿Profesión?”. “Traductor”, respondo yo, por no decir “enfermo”… “Me habían dicho que eras poeta”, dice con timidez. “Pero de eso no se vive, ¿verdad?”, dice la jefa de servicio. Eso es.
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Sólo quiero saber cuánto tiempo, más o menos, y cómo. Sea cirrosis, cáncer de hígado, o “combustión espontánea”, o nada más que lo que ya sabía; es que necesito saber el tiempo del que dispongo para poder calcular bien las páginas de mi testamento en que os lego mi alma a quienes me queréis, de mi póstuma furia amorosa y literaria ante el mundo.
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Me encanta ver a alguien alegre en un hospital; por el motivo que sea. Deberían contratar animadores por días, encantadores de serpientes que al final pasasen el plato, ese tipo de cosas capaces de salvar vidas nubladas.
[Libros del Silencio. Traducción de Daniel Salgado]