El caso de los Estudios Troma no tiene parangón en el mundo del cine. Es un caso aislado e insólito. Se parece un poco a la empresa de Roger Corman (quien, por cierto, escribe la introducción de este libro), pero con bastantes diferencias: allá donde Corman obtuvo mucha calidad en algunos productos, convirtiendo en obras de prestigio películas de serie B, da la impresión de que en la Troma nunca abandonaron el campo de la serie Z. Y a pesar de ello tienen por ahí unos cuantos largometrajes de culto (El Vengador Tóxico y secuelas, Tromeo & Juliet, Los surfistas nazis deben morir, etcétera). Como productores, creadores y distribuidores de películas, Lloyd Kaufman y Michael Herz hicieron historia. Y además dieron trabajo a desconocidos que luego se convertirían en estrellas, delante y/o detrás de las cámaras: Kevin Costner, James Gunn, Marisa Tomei, Billy Bob Thorton, Trey Parker, Samuel L. Jackson, Vincent D’Onofrio…
No sé si alguna vez he visto una película entera de la Troma. No por nada en especial, sino porque a mi tierra, antaño, no llegaban sus producciones. La Troma siempre fue carne de videoclub y, posteriormente, de pases televisivos a altas horas de la madrugada. Por eso siempre que recuerdo haber visto algún filme suyo era porque encendía la tele y pillaba alguno ya empezado. Aquellas películas eran irreverentes, de mal gusto y humor corrosivo, absurdas y baratas, originales y con cierto tufo a cinta mal rodada y mal montada, pero tenían la gracia y el encanto de quienes creen en lo que hacen. Algo que nos recuerda a Ed Wood. Con una diferencia: Ed Wood se tomaba en serio a sí mismo y Lloyd Kaufman nunca lo hace.
Esto último es el gran acierto del libro. Kaufman, con la ayuda de uno de sus aprendices, James Gunn (que luego dirigiría Guardianes de la galaxia y publicaría el libro El coleccionista de juguetes), cuenta su historia de una manera alejada de lo formal. Con humor. Poniéndose a parir a sí mismo y reconociendo que muchas de las películas eran basura para nerds. Como en Troma boicoteaban el sistema de estudios de Hollywood y la maquinaria capitalista y las élites, en el libro acaba haciendo lo mismo: boicotea la forma y el fondo, cada capítulo es una sorpresa y uno se divierte mucho. Eso sí, algunas de las opiniones de Gunn y Kaufman en torno a películas menores del mainstream (pero que muchos amamos) duelen un poco.
Aquí van 3 citas:
Cuando realizamos una película, a menudo no filmamos lo que queremos sino lo que podemos. Sin mencionar el hecho de que poseo una capacidad de atención extremadamente escasa. No me cuesta concentrarme en el “efecto”. Es con la “causa” con lo que tengo dificultades. Cuando estés viendo una película de Troma, no solo debes deshacerte de tu incredulidad, sino que además debes encerrarla en una pequeña jaula de hierro y someterla a tortura.
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La mayoría de la gente que vive en el mundo real no lo entiende. Si pones todo de ti mismo en algo –una película, un libro, una pintura, un animal dibujado con pis en la nieve, lo que sea– es como si tus tripas estuviesen expuestas en una vitrina para que todos las vean, y a menudo para que las juzguen (sobre todo en nuestra jodida cultura de todo o nada, de pulgares arriba y pulgares abajo). Todo puede ser reducido a bueno o malo o a una determinada cantidad de estrellas, de una a cuatro. Nosotros, los artistas y animadores, trabajamos toda nuestra vida para que nuestra obra sea vista por otros. Pero la verdad es que cuando la gente finalmente la ve te sientes algo humillado.
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Puede que lo que más importa no es si fracasas o no, sino que de verdad hagas lo que crees que debes hacer.
[Tyrannosaurus Books. Traducción de Gerard Almirall]