Construido mediante trece monólogos en torno a la familia que habita una masía y algunos de los habitantes del pueblo más cercano, supone el formidable debut de la escritora Núria Bendicho, quien lo escribió y publicó primero en catalán y en Anagrama y ahora en castellano gracias a Sajalín Editores y con traducción de Ana Crespo. El inicio de la novela ya marca el camino, los temas, la maldición familiar, la violencia implícita y explícita, pues uno de los hijos del patriarca aparece en la puerta de casa herido de muerte: alguien le disparó por la espalda con una escopeta. Cada uno de los monólogos (del padre, de cada hijo e hija, del cura de la aldea, etcétera) irá añadiendo una pieza al rompecabezas en el que no faltan el incesto, las infidelidades y los niños que nacen llenos de taras.
Lo pasaréis en grande porque al fondo resuenan ecos de Juan Rulfo y de William Faulkner (y supongo que de más autores, pero estos dos son los que he reconocido más fácilmente; quizá también esté por ahí Erskine Caldwell), porque todo está muy bien tejido y porque en esas tierras novelescas late el amargor de quienes viven y actúan como bestias, gente pegada a las pasiones más bajas o más irracionales, gente que sólo se concentra en las prioridades básicas y en los instintos primarios (sexo, alimento, violencia). Una rareza dentro de la narrativa española, algo que siempre se agradece en tiempos en los que pocas editoriales apuestan por esta clase de riesgo.
[Sajalín Editores. Traducción de Ana Crespo]