miércoles, octubre 20, 2021

Días sin huella, de Charles Jackson

 

 

He releído esta novela y me ha gustado más porque la traducción es superior a la edición que conseguí antaño. Ya hablé de ella hace años en este blog y no voy a repetir lo que dije entonces. El libro de Charles Jackson me parece tan bueno como la película de Billy Wilder, pese a las diferencias en su adaptación al cine. Aquí van unos extractos:

Suponía que sólo era uno de los varios millones de personas de su generación que había crecido y en algún momento de la treintena había realizado el desconcertante descubrimiento de que la vida no transcurría como esperabas que lo hiciera; le era imposible discernir por qué esa comprensión le confundió a él y no a ellos… o, al menos, no a demasiados de ellos. La vida no ofrecía ninguna de las promesas que habías esperado desde la adolescencia (él menos que otros, aunque, de todos modos, las había esperado tan sólo por curiosidad). La vida adulta llegó sin las promesas en las que de alguna manera te habían hecho creer, el futuro seguía siendo el futuro, ilusión: un período inexistente o una promesa en retroceso constante, que aludía a la satisfacción pero que siempre negaba las recompensas. En fin de cuentas, todas las cosas que jamás habían ocurrido jamás ocurrirían.


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(¿la literatura y el cine era para él más reales que los hechos?)

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Sólo pensar en él le inundaba de tanta tristeza que podría haberse echado a llorar. Nada duele tanto como ver caer a un espíritu que planea en las alturas.

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¿Por qué eran alcohólicos tantos hombres brillantes? La siguiente duda era: ¿por qué bebes?

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Hacía mucho que había dejado de importar el porqué. Eras un borracho y se acabó. Bebías, punto. Y una vez que tomabas un trago, una vez que arrancabas, ¿qué importaba el porqué? Había montones de razones y ninguna importaba. Quizá bebías porque eras desdichado… o muy feliz; porque hacía calor o frío; porque no te gustaba la Partisan Review, o porque te encantaba la Partisan Review. Así de infundado. ¡A la mierda con las causas! Padre ausente, choque en la fraternidad, demasiada madre, demasiado dinero o docenas de otros motivos a los que apelabas para justificarte. No significaban nada ante el hecho de que bebías y de que la bebida te estaba matando. ¿Por qué? Porque el alcohol era algo que no podías manejar, algo que te tenía dominado. ¿Por qué? Porque habías llegado al punto en que un trago era demasiado y cien insuficientes.




[Alianza Editorial. Traducción de Iris Menéndez]