jueves, septiembre 16, 2021

Trastorno, de Thomas Bernhard

 

 

Mi padre era ahora el único médico de una comarca relativamente extensa y, por añadidura, “difícil”, desde que el otro aceptó un puesto en la Universidad de Graz y se trasladó a la capital de la región. Según mi padre, las esperanzas de que viniera algún otro eran escasas. Abrir aquí un consultorio era casi una locura. Sin embargo, él se había acostumbrado ya a ser víctima de una población básicamente enferma, propensa a la violencia y el desvarío. El que yo pasara el fin de semana en casa, decía, era para él un sedante cada vez más necesario. Parecía cansado. Sin embargo, cuando nos deslumbró el Ache al abrir yo los postigos de la ventana, dijo que iba a dar un paseo. “Acompáñame”, dijo, “ven”. Mientras yo me vestía, me habló de un “fenómeno de la Naturaleza”, de un castaño que ahora, a finales de septiembre, estaba floreciendo y que él había descubierto en las afueras, a orillas del Ache. Quería provechar la oportunidad, dijo, para hablar conmigo de una vez; probablemente, pensé, de algo relacionado con mis estudios en Leoben, en la Escuela de Minas. Ahora habría tiempo, dijo, antes de que se pasara el día dedicado a sus visitas. “¿Sabes?”, me dijo, “a veces no puedo más”.



[Alianza Editorial. Traducción de Miguel Sáenz]