martes, junio 22, 2021

Historia de una novela, de Thomas Wolfe

 

 

Leí hace unos años este libro, un breve ensayo autobiográfico sobre las relaciones de Thomas Wolfe con su editor Max Perkins, y me gustó tanto que he vuelto a comprarlo en esta nueva edición y al releerlo he comprobado que la traducción mejora. Antaño puse en el blog unos cuantos fragmentos. Creo que aquí he copiado más o menos los mismos… pero, como digo, ahora disponibles en una nueva traducción:

No soy un escritor profesional. Ni siquiera soy un escritor experto. Tan sólo soy un escritor que está en camino de aprender su profesión y de descubrir la línea, la estructura y la articulación del lenguaje, lo que me llevará a descubrir si estoy haciendo el trabajo que quiero. Es sólo por este motivo, porque titubeo, porque hasta la última gota de mi energía vital y de mi talento sigue inmersa en este proceso de descubrimiento, por lo que me atrevo a hablar aquí de estas cosas. Me dispongo a contar cómo escribí un libro.

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Al igual que Joyce, yo escribía sobre cosas que conocía, sobre la vida que me resultaba cercana y las vivencias de la infancia que me eran familiares. A diferencia de Joyce, yo carecía de experiencia literaria. Nunca había publicado nada.

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En un momento miré a ese editor que había trabajado conmigo, que me había descubierto, y le pregunté si era capaz de prever el final y el veredicto que recibiría mi labor. Dijo que prefería no contestar a mi pregunta, que él no podía profetizar o saber qué frutos daría todo aquel esfuerzo. Dijo: “Lo único que sé es que el público no va a pasarlo por alto, no podrán ignorarlo. El libro encontrará su propio camino”.

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En primer lugar, no había anticipado algo que salta a la vista tras la primera publicación, pero que nunca se puede pronosticar: que uno jamás escribe una novela para recordarla, sino para olvidarse de ella, cosa que ahora me resultaba evidente. En cuanto el libro se imprimió, empecé a olvidarlo, empecé a desear ese olvido, ya no quería que la gente me hablara o me preguntara por él. Tan sólo quería que me dejaran en paz y no abrir más la boca. Y, a pesar de ello, ansiaba desesperadamente que lo que había escrito tuviera éxito. Anhelaba verlo alcanzar una posición de orgullosa estima y honor. Quería, en pocas palabras, ser un hombre famoso y a la vez quería seguir llevando una existencia oscura y discreta, y que nadie me hablara de mi fama ni de mi éxito.

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Un joven escritor sin lectores no siente la necesidad, la presión del tiempo, como sí le ocurre a un escritor que ha publicado y que debe empezar a pensar en calendarios, temporadas de publicación, en acabar su segundo libro.

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Me encontraba a solas con mi trabajo y ahora sabía que así debía ser, que nadie podría ayudarme por mucho que quisiera hacerlo. Por primera vez fui consciente de otro hecho simple que todo artista debe conocer, a saber: que el trabajo de un hombre contiene no solamente las semillas de la vida, sino también las semillas de la muerte, y que el poder de la creación que nos ayuda a sobrevivir puede asimismo destruirnos como la lepra si dejamos que nos carcoma vivos.

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Lo que yo había escrito sobre el gran tren nocturno era de veras muy bueno. Pero tuve que afrontar la amarga lección que todo escritor debe aprender: algo que en sí mismo está bien escrito no necesariamente tiene por qué encontrar un lugar en el manuscrito final. Es, como digo, una dura lección, pero es algo que uno debe asumir. Y así ocurrió.

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La publicación es algo que siempre me ha producido cierto temor, a pesar de lo mucho que me he esforzado para lograrla. No obstante, es literalmente cierto que con todo lo que he publicado, cuando la cruda hora de la impresión se acerca, siempre he sentido una suerte de angustia y he llegado a rogarle a mi editor que retrase su publicación hasta la siguiente temporada, o peor aún, les he pedido a los directores de algunas revistas que me den uno o dos meses adicionales para trabajar un poco más en mis textos, para corregirles algo, muchas veces sin saber muy bien el qué.



[Editorial Periférica. Traducción de Juan Cárdenas]