Me parece extraño que, en época de rescate y de reivindicación de autoras, una mujer tan rompedora como Kathy Acker continúe olvidada. O quizá no sea tan raro: sus obras se salen de los márgenes habituales, no contienen una trama al uso, utiliza en ellas las técnicas del cut-up a la manera de William Burroughs y logra una mezcolanza entre la cita, la reinterpretación de los clásicos, la ficción, la memoria, la pornografía y lo autobiográfico que deja perplejo y confuso al lector. Kathy Acker fue una escritora punk, revolucionaria y alejada de formalismos.
En España la empezaron a publicar en Anagrama: por casa tengo esas dos preciadas joyas, Aborto en la escuela y Don Quijote que fue un sueño. Años después, en la desaparecida Ediciones Escalera tradujeron El imperio de los sinsentidos. Y por fin, en este funesto 2020, la editorial Malas Tierras, acostumbrada al rescate y a la reivindicación (Robert Stone, Sara Gallardo, Leonard Michaels) pero también al descubrimiento de autores que aquí estaban inéditos (Chris Offutt, Claire Vaye Watkins, Pierre Guyotat, Ann Quin), nos trae Grandes esperanzas (precedido de un prólogo de Eileen Myles), que, como su título indica, parte del inolvidable clásico de Charles Dickens de título homónimo y lo deconstruye, lo altera y lo transforma a su antojo.
No es éste el lugar para contarles la vida de Acker… Pero aconsejo, a quienes tengan interés en su figura, que se dirijan al estupendo prólogo que Eloy Fernández Porta se marcó para la reedición de Aborto en la escuela: se puede leer completo en la web de Anagrama y es una guía adecuada sobre su obra; también Jordi Puntí escribió un breve y estupendo artículo sobre ella, hace un par de años. Con sendos textos se harán una idea de su calibre como escritora, de sus virtudes como mezcladora de brebajes literarios que confluyen en un cóctel explosivo.
En Grandes esperanzas Kathy Acker reinterpreta la novela de Dickens, pero la retuerce dolorosamente a su manera, la hace suya, la convierte en un delirio donde se conjugan los poemas, las cartas, las apropiaciones (ojo a los párrafos del Edén, Edén, Edén de Guyotat), los diálogos teatrales, los monólogos… Pip ya no es un personaje de una pieza, sino que se va convirtiendo en otros a medida que avanzamos en la narración: un niño, una mujer, un hombre, una niña… Saltos mortales entre la edad, el género y las identidades, saltos con pirueta entre el plagio y el dolor por el abandono de los padres. Veamos uno de los primeros párrafos:
Antes de que yo naciera, mi madre me odiaba porque mi padre la dejó (¿por quedarse embarazada?) y porque mi madre quería seguir siendo la niña de su madre en vez de ser mi madre. La imagen que tengo de mi madre es el origen de mi creatividad. Yo prefiero la palabra consciencia. La imagen de esa madre mezquina me está bloqueando la consciencia. Para adquirir una imagen distinta de mi madre, he de perdonar a mi madre por rechazarme y por suicidarse. La imagen del amor, hallada en uno de los grupos, es el perdón que transforma la necesidad en deseo.
Su madre como ser dañino, a quien odia y venera al mismo tiempo (Como odio a mi madre estoy dividiendo a las mujeres en vírgenes o putas… / Mi madre es la persona a la que más quiero), y su padre como representación de todos los hombres, a los que desea al mismo tiempo que detesta porque quieren herirla y no sólo causarle placer: Este es el sueño que tengo: huyo de unos hombres que intentan hacerme un daño irreparable.
Uno ama a Kathy Acker (aunque no siempre entienda su lógica narrativa) por párrafos como éstos:
No debemos avergonzarnos nunca de los sentimientos que nos hacen llorar, pues los sentimientos son la lluvia sobre el polvo cegador de la tierra: nuestros corazones duros y egoístas. Me siento mejor después de llorar: más consciente de quién soy, más abierta. Necesito muchísimo a mis amigos.
Ojalá Grandes esperanzas tenga cierto éxito y así en Malas Tierras puedan seguir publicando sus libros. Por cierto, la traducción del gran Ce Santiago vuelve a merecer un aplauso. Aquí va otro fragmento:
Todo el mundo me odia. Mi madre podría haber sido asesinada. Los hombres quieren violarme. Mi cuerpo siempre está enfermo. El mundo es el paraíso. El dolor no existe. El dolor proviene de la sesgada percepción humana. La de una persona feliz que no presta atención a sus propios deseos sino que piensa siempre en los demás. La represión provoca dolor. No tengo a nadie en este mundo. Todo acontecimiento está completamente separado del resto de acontecimientos. Si hay un número infinito de acontecimientos no relacionados, ¿dónde está la relación que posibilita el dolor?
Toda mi familia está muerta. No tengo ni idea de quién pretende hacerme daño y quién no.
[Malas Tierras. Traducción de Ce Santiago]