domingo, marzo 08, 2020

La historia de mis dientes, de Valeria Luiselli


Ésta es la historia de mis dientes. Es mi carta familiar a la posteridad, mi ensayo sobre los coleccionables y el reciclaje radical. Primero vienen el Principio, el Medio y el Fin, como en cualquier historia. Ya luego vienen las Parabólicas, Hiperbólicas, Elípticas, y todo lo demás. Y después de eso no sé qué viene. Posiblemente la ignominia, la muerte, y más tarde, la fama post mortem: pero de eso ya no me va a tocar decir nada en primera persona.

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Así empecé a viajar. Carretera se volvió un hombre de mundo. Tomé cursos y talleres a lo largo y ancho de la República y hasta del Continente. Diríase que me volví un coleccionista de cursos: Primeros Auxilios, Control de Ansiedad, Nutrición y Hábitos Alimenticios, Escucha y Comunicación Asertiva, Creatividad Administrativa, Photoshop, Nuevas Masculinidades, Programación Neurolingüística, Diversidad Sexual. Fue una época de oro. Hasta que se acabó, como todo lo bonito y bello.

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Yo desde entonces siempre he pensado que el infierno son las personas temibles en quienes te puedes convertir un día. Ésas son las que más miedo dan.

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Carretera fue dueño de una colección de objetos inimaginablemente rica y diversa que un día iba a ofrecer en una gran subasta final. Pero la subasta nunca se hizo, por razones que detallaré más adelante. Antes, debo decir que Carretera era un hombre que amaba los objetos de este mundo. Su amor por ellos iba más allá de su valor material real; los valoraba por aquello que de algún modo, en silencio, encerraban. Desde muy chico obedeció su impulso por el coleccionismo meticuloso de todo cuanto le parecía coleccionable, desde las monedas que encontraba tiradas en las banquetas y los botones que se desprendían de las camisas de sus compañeros de escuela, hasta las uñas de su padre y el negro y largo pelo de su madre.


[Sexto Piso]