Hace un tiempo recibí un correo electrónico mediante el que una mujer me preguntó si me gustaba "la terrible violación" (¡¡¡!!!); luego añadía un insulto gratuito y la acusación de que yo andaba "propagando esa basura". En el Asunto mencionaba a Hubert Selby, así que sumé dos y dos: probablemente se había ofendido porque siglos atrás recomendé la lectura de Última salida para Brooklyn, una inmensa novela de Hubert Selby, Jr. Resulta que, en dicho libro (y en la película que inspiró), hay un pasaje bastante crudo y demoledor sobre una prostituta a la que violan un montón de hombres. Que Selby retrate una violación y que yo lea el libro y lo recomiende no significa que ambos estemos a favor de las agresiones sexuales. Pero así actúan las mentalidades simples, y parece que la de esta señora lo era a juzgar por la gratuidad de sus reproches: las personas de esa índole creen que, si alguien escribe sobre la violencia (o la violación), es violento (y quizá violador); creen que, si alguien aplaude una novela en la que la violencia (y la violación) ocupa un lugar preferente, a ese lector le gusta la violencia (y la violación) y la celebra. Etcétera. Las personas de esa índole están convencidas de que actores como Sylvester Stallone y Jackie Chan son así en la vida real, y que se pasan los días agrediendo a la gente y saltando por los tejados.
Viene esta introducción a cuento del nuevo libro de Alexander Drake: Némesis, que reúne relatos (nuevos, no publicados antes) escritos entre 2011 y 2014, y con el que corremos el peligro de que esas personas de mentalidades simples crean que el autor es el mismo que el narrador o los narradores. A Alexander Drake jamás lo he visto en persona, pero llevamos unos años carteándonos: es notorio que utiliza un pseudónimo, pero no voy a revelarlo aquí (aunque daría igual si lo hiciera: no es famoso, aunque sí popular en algunos círculos de lectores). Y utiliza un pseudónimo, imagino, porque sus libros de narrativa versan sobre sexo, tortura, violencia y demás perversiones, hasta el punto de ser bastante fuertes y poder herir sensibilidades; con dicho pseudónimo puede esquivar la lluvia de pedradas de las personas de mentalidades simples. Salvo el primero (La Transformación, que tengo en casa y espero leer pronto), he leído todos sus libros de ficción: Vorágine, Ciudad de caníbales, Ocho relatos de boxeo, para cuya segunda edición escribí un prólogo, y, ahora, Némesis. No son historias fáciles para quienes se asusten fácilmente: los narradores de Drake meten los dedos en la llaga, muchos de ellos son desalmados, violentos, muy crueles, y en su habitual galería de perversos no faltan los torturadores, los misóginos, los homicidas y los psicópatas. Pero repito: es ficción. Lo digo porque hay en Némesis un relato que (éste sí) imagino autobiográfico, y en el que una periodista juzga su trabajo como si a él le apasionaran la violencia y las torturas. Es decir: identifica al autor con el narrador (o narradores).
Alexander Drake emplea una prosa en la que huye deliberadamente de florituras o giros lingüísticos, en la que apuesta por lo sencillo, lo directo, lo visual, creando con los diálogos y las descripciones una serie de contextos que impactan, que provocan y que perturban. Para mí son retratos de ciertos ámbitos de la sociedad, a los que critica sin apiadarse de ellos. Para una mentalidad simple, igual son porciones del diario de un loco. Lo que tengo claro es que, incluso aunque el nivel de los textos no sea siempre el mismo, me resultan muy adictivos. Lees uno, te provoca, a veces te molesta… pero en seguida pasas al siguiente, estimulado por la curiosidad y lo ameno de las situaciones. Supongo que es como aquello que decía un escritor, creo que era Stephen King: que, quien pasa junto a un accidente, no puede evitar fijarse en lo que ha ocurrido, incluso aunque sepa que la escena le hará vomitar y le traumatizará para siempre. Así pues: si no os arredráis ante las provocaciones, si sois capaces de distinguir entre escritor y voz narrativa, os gustará Alexander Drake; y me consta, aunque le sea difícil publicar, que ya cuenta con unos cuantos seguidores fieles. Por si fuera poco, los libros de Alexander Drake jamás aburren.
[Ediciones Camelot]