martes, enero 15, 2019

El dios detrás de la ventana, de Michael Krüger


Descubrí este libro de relatos gracias a su inclusión en las recomendaciones de la web de Enrique Vila-Matas. Aunque en España ya se habían publicado algunas obras de este escritor alemán, yo no lo había leído aunque el nombre me sonaba vagamente.

El dios detrás de la ventana reúne 13 magníficos relatos, historias que empiezan siendo una cosa y acaban siendo otra diferente. La deriva es uno de sus sellos de identidad: la deriva física o espacial, pero también la mental o reflexiva. Muchos de ellos comienzan con un hombre solitario (que se adentra en las montañas, que mira la calle desde la ventana, que pasea, que se dedica a observar el océano…), un hombre que se siente viejo y a menudo acabado, y que se encuentra con alguien, lo que da pie al narrador para contarnos aspectos de su pasado, para desvelar ciertas fragilidades emocionales o rescatar jugosas anécdotas. Por ejemplo: el cuento que, en su inicio, parece que va a versar sobre alguien que camina en soledad por las montañas va derivando o mutando hacia el relato sobre el recuerdo de una mujer en plena naturaleza y luego pasa al encuentro con un cazador que lo acoge en su cabaña, y él acepta pasar allí unas horas aunque la perspectiva le da miedo.

La lectura de estos relatos, plenos de hallazgos y de frases que copiar o subrayar (sobre todo en el titulado "De la vida de un escritor"), depara grandes momentos de placer. Así que yo lo buscaría porque las reflexiones de Krüger, y su prosa, dejan poso. Abajo van algunos extractos, indicando su procedencia:

Yo también era antes de esos que primero van al baño para comprobar en el espejo si aún se reconocen a sí mismos y para recomponer la otra cara que por la noche se les ha colocado encima de la propia. Me he dado por vencido. También he desistido de afeitarme, para no tener que ver las muecas que sin remedio hay que hacer para poder coger los pelos de entre las arrugas. A veces, ya con la espuma en la cara, me he mirado petrificado, como si no pudiera creer lo que veían mis ojos. ¿Quién eres?, me he preguntado: ¿el que se mira en el espejo o el otro que desde el espejo te mira? No podía hacerme a la idea de que somos una y la misma persona. De este lado, alguien que todavía se siente joven e igualmente se reventará a trabajar, y allí alguien a quien la muerte ya le ha acariciado la mejilla.

[Del relato "Despedida"]

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[Mi editor] Tenía en el punto de mira a las autoras jóvenes que exigían enormes anticipos pero no sabían escribir, algunas, gritaba con el viento en contra, eran tan rubias que tampoco en el futuro cabría esperar nada de ellas. Me tuve que reír, porque él solo demostrarme excitación para alabarme indirectamente, pues yo nunca le había exigido un anticipo, y sabía que esa noche, en la fiesta, él haría todo lo posible por acabar al lado de esas jóvenes autoras rubias, y naturalmente él también lo sabía.

[Del relato "De la vida de un escritor"]

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Había tanto ruido que no se podía entender ni lo que uno decía. Es curioso lo escandalosas que pueden ser las personas que se dedican a los libros cuando se les sirve alcohol. Durante todo el día están sentados sin decir ni pío delante de su papel blanco que solo se rellena lentamente, pero después de la primera copa de vino se ponen a tono.

[Del relato "De la vida de un escritor"]

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La vanidad de pensar en la fama póstuma me había abandonado totalmente. Me gustaba demasiado la vida como para ocuparme de semejantes ridiculeces.

[Del relato "De la vida de un escritor"]

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Un escritor que no escribe me parecía ser definitivamente el objetivo supremo de la escritura.

[Del relato "De la vida de un escritor"]

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Se había deslizado por mi vida como una sombra, pero una sombra que había dejado una huella profunda, que ni siquiera en los próximos años desaparecería.

[Del relato "En las montañas"]

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Por muy buenos motivos, mi amigo Xavier, el escritor, renunció a escribir una novela sobre su familia y una vez aceptada esa derrota, no solo había perdido el interés por escribir, sino también por su familia. Se volvió un hombre feliz, un escritor que ya no tenía que escribir.

[Del relato "Matrimonio imposible"]


[La Huerta Grande. Traducción de Clara Grass]