miércoles, octubre 17, 2018

Oficio, de Serguéi Dovlátov



En la editorial Fulgencio Pimentel están haciendo una encomiable labor con las obras de Dovlátov, similar a la que desarrollaron Cabaret Voltaire con Mohamed Chukri y Minúscula con Varlam Shálamov: nuevas traducciones, publicación de inéditos, textos revisados, etc. De Dovlátov ya publicaron Retiro y sacaron hace poco este Oficio y acaban de reeditar La maleta, que para mí es su mejor libro.

Oficio se divide en dos mitades: la parte en la que el propio Dovlátov vive en Rusia, ejerciendo de periodista para ganarse el jornal, mientras trata de publicar sus obras, sin lograrlo (por la censura y por otros motivos que irá descubriendo el lector); y la parte en la que ha emigrado a Estados Unidos y monta un semanario junto a unos amigos e intenta que le traduzcan al inglés para poder publicar allí. En ambos países Dovlátov se tropieza con problemas: la incompetencia, la ceguera de los editores, los escollos políticos… Una y otra vez se topa con un muro (el rechazo de los manuscritos) o con el silencio (la callada por respuesta, algo que numerosos editores también practican en España). Un novelón, para mi gusto, y la prueba de cómo un escritor aprende a combatir contra las adversidades. Unos extractos:

No voy a tomarme la molestia de componer algo demasiado elaborado. Intentaré relatar mi "biografía artística" de manera confusa, prolija e inarticulada. La integrarán las aventuras de mis manuscritos. Los retratos de mis conocidos. Los documentos…
¿Cómo cabría llamar a esto? ¿Memorias de un literato? ¿Composición de tema libre? ¿El expediente?...
Y qué puede importar eso, si se trata de un libro invisible…

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Un escritor no puede abandonar su oficio. Eso conduce inevitablemente al deterioro de su personalidad.

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América era nuestra idea del paraíso. Porque el paraíso es, al fin y al cabo, lo que no tenemos.
En la Unión no me publicaban. Por tanto, aquí tendría que convertirme en una especie de Art Buchwald.
Al partir, proclamábamos: "¡He elegido la libertad!".
Y nuestros ojos brillaban de emoción. Porque la libertad nos parecía un bien absoluto e irrenunciable. Lo más opuesto al mundo totalitario.



[Fulgencio Pimentel. Traducción de Tania Mikhelson y Alfonso Martínez Galilea]