jueves, abril 27, 2017

Alfa, Bravo, Charlie, Delta, de Stephanie Vaughn



Al anochecer, mi padre se sentaba en una butaca verde y fumaba cigarrillos, bebía whisky y leía libros, el mismo tipo de libros año tras año. Libros sobre los esquimales y las expediciones al ártico, temas que le interesaban desde que lo destinaron a Groenlandia. A veces, cuando llegaba tarde a casa y entraba en la cocina para picar algo, lo observaba desde la puerta. Con frecuencia lo veía levantar la vista del libro y dirigirla hacia la ventana. Encendía una cerilla y la dejaba arder hasta el pulgar y la yema del índice, para luego apagarla con una sacudida. Levantaba el vaso, pero no bebía. Creo que en aquellos momentos debía imaginarse a sí mismo como un guerrero, rastreando las huellas de una foca o un oso en el hielo polar.

[Del relato "Alfa, Bravo, Charlie, Delta"]

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A veces Sam y yo nos queríamos más cuando nos enfadábamos.
(…)
Me agaché para tocarlo y se estremeció. Me impactó sentir el temblor de su cuerpo, comprobar su vulnerabilidad. Y por primera vez desde que salimos de California traté de imaginarme lo que debía de ser viajar con una mujer que asegura no quererte, en una furgoneta que detestas, pero que has tenido que comprar para cruzar el continente con el objetivo de conseguir un trabajo, sabiendo que todo ese esfuerzo quizás no valga la pena.

[Del relato "Halagos"]

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Y cuando se dio cuenta de que, para mí, las palabras eran tan fugaces como los copos de nieve, recurrió a su profunda voz de policía, una voz perfecta para la televisión, y dijo:
-Hemos tenido noches mejores, ¿verdad?
"Hemos tenido", dijo. El agente Cook me había abrazado con el plural del verbo.
Fue entonces cuando descubrí que amaba al agente Cook.

[Del relato "La televisión nos lanza al universo"]

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En un cuaderno de espiral he hecho una lista ordenada de todas las decisiones que pronto tendremos que tomar respecto a las sesiones de quimioterapia de mi madre. ¿Dónde las recibirá: en California, conmigo, o en Ohio, cerca de Ruda y otros familiares? ¿Deberíamos contratar a una enfermera? ¿Deberíamos buscar a alguien que se encargue de las tareas domésticas? Mi madre desconoce la existencia del cuaderno y se mueve por la casa abstraída, tropezando con los muebles.

[Del relato "Mi madre exhala luz"]

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Tío Roofer era diabético y bebía bourbon.
Tío Roofer era alcohólico y tomaba litio a la hora de comer.
Un día, tío Roofer, el bourbon y el litio se subieron juntos al coche para ir a Cleveland a ver un partido de los Browns. Y en el camino de vuelta un muro de hormigón les salió al encuentro.

[Del relato "La batalla de los Árboles Caídos"]

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Después de colgar, Marguerite se pregunta a sí misma:
-¿Y cómo te ha ido el día, Marguerite? Bueno –le dice a la ventana–, al gato le ha dado por subirse a las cortinas y ha dejado un rastro de hilos enmarañados desde el suelo hasta el techo. Eso ya me ha puesto nerviosa. Luego, mientras quitaba la nieve de la entrada, se ha soltado el asa de la pala que compré de oferta en Kmart. Después hemos tenido el problema de la Kalculadora Karacola, el desastre de la cocina y el supuesto dedo amputado, sangre incluida. Si tuviera a alguien a quien contarle todo esto, creo que podría convertirlo en una colección de entretenidas anécdotas.

[Del relato "Un ángel en la nieve"] 


[Sajalín Editores. Traducción de Ana Crespo]