domingo, noviembre 13, 2016

Un acontecimiento excesivo, de Javier Avilés


Un suceso ocurre. Cada vez que recordamos el suceso lo modificamos de manera que recordamos el suceso y el recuerdo del suceso al mismo tiempo. Suceso, recuerdo del suceso, recuerdo del recuerdo del suceso, recuerdo del recuerdo del recuerdo del suceso, y así hasta que algo que no es ni el suceso ni su recuerdo lo sustituye. Después está el suceso contado. De la voluntad del narrador y de su capacidad depende cómo podremos interpretarlo. El coche arde en llamas y nos explican: "Doblé la esquina y vi que el coche se había encendido de fuego". Entendemos el suceso a pesar de la incorrecta descripción. Suceso, recuerdo del suceso, descripción del suceso.

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…aceptando que algunas películas admiten lecturas sesgadas y alegóricas, la cuestión es que hay otras en las que las posibles lecturas no terminan de ilustrar nada sobre el mensaje, explícito o soterrado, de la narración. Un acontecimiento excesivo, Allen Smithee, 2011, sería una de ellas.
Su argumento podría resumirse así: un grupo de personas caminan por una ciudad vacía en la que los edificios no tienen puertas. En ocasiones son cuatro personas; en otras, cinco; en otras, parece adivinarse una presencia fantasmal; a veces aparece un niño. Los motivos de su peregrinaje no están justificados y se adivina mediada la proyección que no llegarán a ninguna parte, una excesiva aplicación de la tesis kavafiana de que lo importante es que el camino sea largo.

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"Fíjese en Cándido, agente", dice el comisario I., inspeccionando el sótano. "Los personajes de Voltaire actúan siguiendo la máxima de Leibniz según la cual este es el mejor de los mundos posibles a pesar de que sufren las más atroces penalidades, pierden todas sus posesiones y son mutilados despiadadamente. Siguen el axioma completamente ajenos a una realidad que les golpea una y otra vez. Como un acto de fe. Tal vez este sea el único mundo posible. Nuestro trabajo nos muestra los aspectos más brutales de las personas, su mezquindad y egoísmo. Y aun así somos capaces de volver a casa y cenar y sentarnos a charlar o a ver la televisión y dormir para, al día siguiente, volver a nuestro trabajo. Y somos capaces porque en algún remoto lugar tenemos un atisbo de esperanza de que este sea el mejor mundo posible, de que podría… ¿Agente?".


[Editorial Rango Finito]