miércoles, julio 06, 2016

Mundo soplado por el viento. Diarios 1947 – 1954, de Jack Kerouac


No te das cuenta de la tensión en la que se encuentran tus nervios cuando escribes o piensas en escribir todo el día, y duermes lleno de sueños nerviosos y despiertas sin saber quién eres: –todo esto se debe a la ansiedad por terminar el libro, a que "esté terminándose el tiempo", etc., y a la perpetua tensión de la invención.

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Así que no tuve la oportunidad de andar lloriqueando, y ahora me doy cuenta de esto: –tuve que luchar para escribir Pueblo y Ciudad, así que tendré que luchar para venderla.

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El novelista siempre tiene otra gran historia que contar, no tiene tiempo de pulir las viejas, no es un decorador, sino un constructor. Aparte he notado que al menos mi escritura, aun siendo imperfecta, es original en el sentido original de la palabra… son mis propias ideas y no una recopilación de las terminologías de una época, son mis propias palabras, mi propio y torpe trabajo.

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[LUNES 23 AGOSTO 1948] Tengo otra novela en mente –"En el camino"– en la que no puedo parar de pensar: trata sobre dos tipos que hacen autostop hasta California en busca de algo que en realidad no encuentran, y se extravían en el camino, y hacen todo el camino de regreso esperanzados en algo más. Además, estoy llegando a un nuevo principio para mi escritura.  

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La idea más hermosa sobre la faz de la tierra es la idea que tiene el niño de que su padre lo sabe todo, sabe lo que debería hacerse en todo momento y cómo se debería vivir siempre.
Esta es la idea que los hombres tienen de Dios.
Pero cuando el hijo crece y aprende que su padre sabe apenas un poco más que él, cuando el hijo busca consejo y se encuentra con palabras humanas, balbuceantes y sinceras, cuando el hijo busca un camino y encuentra que el camino de su padre no le basta; cuando el hijo se queda frío ante la evidencia de que nadie sabe qué hacer – nadie sabe cómo vivir, comportarse, juzgar, pensar, ver, entender, nadie sabe, pero todos vamos a tientas – el hijo corre el peligro de volverse cínico frente a todo, o desesperar, o enloquecer.

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Volvimos a su alegre cabañita destartalada y bebimos cerveza y descubrimos (mientras Jeanne daba un largo paseo con el bebé) que todo el mundo debería quedarse en casa un lunes por la mañana y no hacer nada más que pasar el día juntos disfrutando de la vida –¡¡basta de IBM!! ¡basta de fábricas! ¡basta de marcar tarjeta en el trabajo! ¡basta de ropas elegantes y de muebles! ¡basta de dejarnos la carne y la sangre en las fauces de la civilización! ¡basta de todo lo que no sea comer y beber y amar y contemplarnos! Y basta de pecados y culpa, basta de necesitar pecados, ¡basta de culpas sin ser culpables! solo las cosas, entendidas con franqueza al final, fundadas en la energía sexual, rumbo a todas las situaciones y comunicaciones humanas. Nada más que el mundo, su luz y la gente en él (y no fuera de él, como ahora).



[Editores Argentinos. Traducción de Martín Abadía]