viernes, febrero 05, 2016

Pinocho en Venecia, de Robert Coover


Mi comentario a esta alocada novela acaba de salir en Playtime. Aquí, dos extractos:

Ella fue, al fin y al cabo, su primera sanadora, tan sólo una niña como él mismo con su rostro ceroso y el extraño pelo azul y dedos fríos pero ágiles. Ella le vestía y desvestía como a un muñeco, le llamaba hermanito, vertía amargas medicinas por su garganta y reía al ver su pequeño grifo en funcionamiento. Hermana, madre, fantasma o cabra, él la amaba con locura y, moribundo, aún la ama.

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-¡Pero…!
-¡No más "peros"! ¡Los "peros" no te han causado más que problemas en la vida! ¡Ahora venga! ¡El espectáculo debe continuar, compañero!
-¡Pero de eso se trata! –dice [Pinocho] casi sin voz–. ¡Mírame, Colombina! ¡Querido Brighella! ¡Capitano! ¡¿Es que no lo veis?! ¡Mi papel ha terminado! ¡No tengo pies, ni orejas, ni dientes, los dedos se me están cayendo y lo demás está retorcido y resquebrajado y desmoronándose, no puedo moverme sin fracturarme y astillarme, los nervios y ligamentos se me han podrido, y mis entrañas no son más que serrín húmedo! ¡No queda nada vivo ahí dentro salvo las cosas que se están alimentando de mí! ¡Y Lelio tenía razón, aunque os quiero, no soy uno de los vuestros! ¡La carne me ha convertido en un bicho raro y pestilente! ¡Ya ni siquiera sé quién o qué soy! Sólo me queda una cosa por hacer. Pero… ¡no puedo hacerla sin vosotros! 


[Pálido Fuego. Traducción de José Luis Amores]