viernes, febrero 12, 2016

Frankenstein, o el moderno Prometeo, de Mary Shelley [Ed. Valdemar]



De cuando en cuando releo algunos clásicos. Sobre todo si han pasado más de 10 años desde que los leí por primera vez. Y procuro, dentro de lo posible, encontrar una traducción distinta. Leí Frankenstein a principios de los 90, en la edición ilustrada de Anaya. El libro me fascinó. Me dio otra visión de la criatura creada por Victor Frankenstein que el cine había hurtado: el monstruo es un ser que sufre, que siente, que aprende, que pasa del bien al mal y de la bondad a la crueldad por el mal trato que recibe de los hombres y especialmente de su creador; una criatura, además, con un pico de oro, pues aprende a hablar y se convierte en uno de los narradores de esta novela a varias voces: Soy malvado porque soy desgraciado.

Así que para esta relectura he elegido la traducción de Francisco Torres Oliver en la edición de Valdemar, que incluye un extenso estudio preliminar de Antonio José Navarro. El libro, así en conjunto, tanto en su exterior como en su interior, es una maravilla absoluta. Después de mucho buscar y comparar entre unas y otras ediciones, elegí ésta. Creo que, a partir de las ediciones Valdemar de Cumbres borrascosas y de Frankenstein, siempre que sea posible leer o releer clásicos, acudiré a esta editorial (sin menospreciar el trabajo de otras editoriales que sacan clásicos, como Alba, Acantilado o Random House, a las que también recurriré de vez en cuando): porque, aparte de la calidad en conjunto, creo que pocos entienden mejor lo gótico, lo terrorífico, lo espantoso, como los responsables de Valdemar (por algo son expertos en el tema desde hace mucho tiempo). Dicho y hecho porque me acabo de comprar el Drácula que publicaron hace poco, para releerlo en la traducción de Óscar Palmer (uno de los grandes prescriptores y traductores de este país, responsable también de la exquisita Es Pop Ediciones).

Para quienes jamás se hayan acercado al libro de Mary Shelley, debo decirles que se olviden de las películas (aunque algunas son maravillosas, claro: en comedia, El jovencito Frankenstein; en horror, El doctor Frankenstein y La novia de Frankenstein; y en adaptación bastante parecida aunque con licencias, el Frankenstein que Coppola le produjo a Kenneth Branagh) para concentrarse en la novela. Quiero decir: que la lean esperando algo distinto de lo que han visto en pantalla. No sé si es la traducción, pero esta vez me ha parecido intuir un tono shakespeareno en los parlamentos de los personajes, al menos en la mayoría de ellos. Hay narraciones dentro de narraciones, como sucedía por ejemplo en Don Quijote, e incluso algunas historias secundarias que se apartan un poco de la acción principal, pero nunca sobran.

El primer narrador es Robert Walton, que relata en cartas enviadas a su hermana lo que les sucede a él y a la tripulación en su viaje en barco por el Ártico; cuando encuentran a un hombre que viaja solo, Victor Frankenstein, éste le cuenta su historia a Walton, y en su parlamento va introduciendo las misivas de sus familiares o las historias que otros personajes le contaron, de manera que se va creando una especie de caja china que encierra historias dentro de historias. La propia criatura cuenta sus desventuras, e incluye una petición que el doctor no cumple, pero que serviría de base para La novia de Frankenstein: le pide que le "construya" una mujer parecida a él, que no se horrorice como los mortales (Mi compañera debe ser de la misma especie, y tener los mismos defectos que yo. Así debes crear ese ser).  

Esta versión incluye el prólogo de Mary Shelley para la edición de Standard Novels, y en dicho texto encontramos frases como ésta: La invención, hay que admitirlo humildemente, no consiste en crear del vacío, sino del caos. Si no habéis leído nunca esta novela inolvidable, comprad sin dudarlo esta edición. Aquí va un extracto de uno de los parlamentos de Victor Frankenstein:

Sed hombres; sed algo más que hombres. Sed constantes en vuestros propósitos y firmes como la roca. Este hielo no está hecho del material del que están hechos vuestros corazones; es mudable y no podrá resistirse a vosotros, si vosotros queréis. No regreséis a vuestras familias con el estigma de la deshonra impreso en vuestra frente. Regresad como los héroes que han luchado y vencido, y no saben lo que es volver la espalda al enemigo.


[Valdemar. Traducción de Francisco Torres Oliver]