Hace 7 horas
lunes, octubre 12, 2015
Rwenzori, de Juan Gil Bengoa
Cielo azul mecido entre espigas,
soplo de brisa, colchón de tierra,
lecho eterno de zumbidos aéreos.
Brillo acariciante del sol, canto de chicharras,
vuelo de mirlos y torcaces.
Apenas un suspiro y el cielo
se incendia sobre la alfombra del campo.
Alguien ha dicho que puedo morir esta noche.
**
Deseo que me habite la penumbra.
No quiero familiares a mi lado
ni besos de asco y compromiso.
Sé que en la planta superior hay bebés naciendo,
sorteando sus cabezas rosadas el limbo
para oír nítido el gemido de sus madres.
Tras la cortina, mi vecino purulento e insomne,
de regreso a una infancia de orina y llanto,
se estremece bajo la arruga del tiempo.
Me inquieta su tenebrosa presencia;
si me transfunden sangre, el espejo turbio
de sus ojos me implora cambiar de planta
y saquear la residual placenta.
**
¿Qué es un pulmón manchado?
¿Es de una fábrica la herencia
que se expande como una protesta
o disminuye como un salario?
Algo tan íntimo que alimentas a pesar de todo,
inflamación que ocupa y altera,
caverna móvil en la pantalla de un escáner,
nido vacío, parque desolado.
[Ediciones de La Isla de Siltolá]