miércoles, junio 10, 2015

Alfabeto, de Inger Christensen


A estas alturas todas las reseñas que habrás leído ya comentan la secuencia de Fibonacci que la autora ha empleado en este largo poemario. Por eso mismo yo no te hablaré de esto. Pero sí mencionaré la fuerza de este libro, cuyo poder de seducción es notable y su embrujo va creciendo en intensidad y va abarcando tantos temas que uno lee con fervor y con asombro estos versos sinuosos que se deslizan por la vida cotidiana, por la destrucción del mundo, por la naturaleza, los miedos, la necesidad de la escritura y todo aquello que existe y poco a poco o súbitamente deja de existir.

Alfabeto es una especie de celebración de la vida, un extenso poema dividido en partes, y éstas son demasiado largas para ponerlas aquí, de modo que tendremos que conformarnos con un par de amputaciones, para que el lector compruebe la música del poema (en gran traducción del premiado Francisco J. Uriz; y aquí van las primeras páginas):

la bomba atómica existe

Hiroshima, Nagasaki

Hiroshima 6
de agosto de 1945

Nagasaki 9
de agosto de 1945

140000 muertos
y heridos en Hiroshima

unos 60000 muertos
y heridos en Nagasaki

cifras que permanecen inmutables
en algún lugar de un verano
lejano y normal
desde entonces los heridos
han muerto, primero muchos, la
mayoría, luego menos, pero

todos; finalmente
los hijos de los heridos,
nacidos muertos, moribundos,

muchos, siempre
algunos, finalmente
los últimos; yo estoy

en mi cocina pelando
patatas; el grifo del agua
está abierto y casi
ahoga los gritos de los niños
que juegan en el patio;

los niños gritan y casi
ahogan los trinos de los pájaros
que están en los árboles; los pájaros
cantan y casi

ahogan el susurro
de las hojas al viento;
las hojas susurran
y casi ahogan
con su silencio el cielo,

el cielo que resplandece,
y la luz que casi
desde entonces se ha parecido
al fuego de la bomba atómica
un poco

**

[…] perdemos
la capacidad de
pensar en nada,
en ninguna de las cosas
del mundo como nosotros

decimos, cuando nosotros
simplemente existimos; no hay más
que decir; nosotros
garantizamos

que aniquilamos
todo, destruimos
todo, de manera que
a la primera nada
la decisiva
no se le dará permiso
para escribir poesía
como escribe el viento
en aire o agua;

no hay más que
decir; matamos
más de lo que creemos
más de lo que sabemos
más de lo que sentimos;
no hay más que
decir; odiamos;
no hay más;
[…]


[Sexto Piso. Traducción de Francisco J. Uriz]