jueves, noviembre 27, 2014

Sobre una montaña, de John D'Agata


Este libro, más bien inclasificable (es una especie de ensayo que se toma ciertas libertades, rellenando los huecos allá donde no había información o adaptando los datos a un modelo narrativo que lo aproxima al reportaje novelado), depara unas cuantas sorpresas; por ejemplo, ésta:

Por delante de colonias de creosotas y pies gigantes de abetos y Joshua dijo como si nada:
-No me preguntéis cómo se llama nada. A mi padre le gustaban los nombres, a mí me dan igual los nombres.
-¿Tu padre? –preguntó mi madre.
-Sí.
-¿Tu padre también era activista?
-Mi padre era Edward Abbey.
-¿Tu padre era Edward Abbey?
-Sí. ¿No lo sabías?
Su padre, Edward Abbey, se trasladó con Joshua y su familia a Las Vegas en los años 60, esperando conseguir un trabajo de funcionario como trabajador social. Eso fue antes de escribir La banda de la tenaza, antes de Desierto Solitario. Antes de que la mitología de Edward Abbey tuviera siquiera razón de ser.

Recordemos que una novela de Abbey inspiró la película Los valientes andan solos. También contiene brillantes frases apuntadas en muros, como la que alguien ha escrito con rotulador en el Puente del Poeta:

Te preguntas qué harás cuando llegues al final del mapa, allá afuera en el horizonte, con todo ese neón llamándote desde la oscuridad.

La extraña operación que ha puesto en marcha el autor consiste en adaptar ciertos hechos y ciertos datos a su narración. Es como cuando un novelista o un cineasta cambian algún dato de una historia real, como cuando cambian la altura o la edad del protagonista basado en alguien que existió, o como cuando mudan la fecha de una batalla porque, narrativamente, se acomoda mejor a la novela o a la película. Yo no tengo problemas con eso. El propio D'Agata lo explica en las notas finales, punto por punto. Veamos un ejemplo de lo que quiero decir: Mi madre trató con unos cuantos agentes inmobiliarios durante su primer verano en la ciudad. "Ethan" es una mezcla de dos de ellos. Éste es el recurso que utiliza D'Agata. Nos cuenta algo que de veras existió, pero lo maquilla un poco. Y a mí, como digo, me ha gustado porque no tengo nada contra estos experimentos.

¿Y qué es lo que cuenta John D'Agata en este libro? Varias cosas. Trata de saber algo sobre el suicidio de un adolescente, que se tira desde una azotea en una ciudad (Las Vegas) que, como anota el autor, tiene el índice más alto de suicidios de todo Estados Unidos. E investiga lo que ocurre dentro de una montaña en la que el gobierno ha creado un depósito inmenso de residuos nucleares. Y cuenta algunas historias de su propia vida. Y ofrece un retrato muy certero sobre Las Vegas, quizá la ciudad más frívola del planeta y al mismo tiempo la más magnética o fascinante o digna de estudio. Pero todo esto no sería nada si D'Agata no supiera narrarlo; y la cuestión es que sí, que sabe, que domina el asunto (como anécdota: David Foster Wallace lo admiraba). Hay algo en la manera de contar del autor que me recuerda a una de mis películas de cabecera, Magnolia, en concreto a ese narrador que nos fascina en el prólogo del filme. Vamos con un fragmento:

Los vientos del sur levantaban cortinas de polvo blanco, el mercado de valores estaba bajo, la tasa de desempleo alta, la luna solo mostraba una de sus mitades y Marte y Júpiter estaban alineados, lo que no es especialmente raro, así que no hay explicación para la confluencia aquella noche entre la votación en el senado y la muerte del chico que se tiró desde lo alto del Hotel Casino Stratosphere, una torre de 350 metros que se alza en el centro del valle desierto y dorado.
Esto fue cuando el ayuntamiento de Las Vegas decidió prohibir temporalmente los bailes privados en los clubs de striptease. Cuando un grupo de arqueólogos encontró bajo el aparcamiento de un bar la botella de Tabasco más antigua del mundo. Cuando un turista ganó una partida de tres en raya contra un pollo. Cuando un hombre golpeó a un anciano con un ladrillo hasta matarlo.
Fue un día con cinco muertes causadas por dos tipos de cáncer, cuatro por ataques al corazón, tres por derrame cerebral.
El mismo día en que hubo otro suicidio por arma de fuego.
El día en que hubo otro suicidio por ahorcamiento.
Con una temperatura récord de 45ºC, también resultó ser uno de los días más calurosos del verano, lo que causó que el Termómetro Más Alto del Mundo se rompiera, que el precio de las botellas de agua de 1 litro subiese hasta los cinco dólares, y que se produjera un atasco en la parte norte del Strip de Las Vegas cuando el coche de una familia de turistas que iba hacia el centro pisó una botella rota que se había caído del carrito de una vagabunda, pinchó una rueda trasera, chocó contra un coche aparcado y se quedó parado en la entrada del Hotel Stratosphere, mientras el gato hidráulico colocado en la parte de atrás de aquel Dodge Stratus alquilado se iba hundiendo en el asfalto ablandado por el sol.  


[Editorial Dioptrías. Traducción de Carles Morera e Inmaculada C. Pérez Parra]