Greil Marcus decide contar la historia del rock desde otro punto de vista: a partir de una lista de diez canciones que, quizá, no sean tan famosas como esperábamos, pero la mayoría de ellas han sido versionadas y, ya sea por su estilo, por su ritmo, por su calidad o por su anecdotario, le permiten construir puentes con la historia del rock que todos conocemos. Es decir, Marcus puede partir de una canción de Buddy Holly para terminar hablándonos de The Beatles y "A Day in the Life", tema del que hace un análisis extraordinario del que destaco, por ejemplo, este fragmento:
"A Day in the Life" sigue siendo una obra teatral en la que los sucesos más casuales del día, las historias del periódico, la rutina matinal de cualquiera, se convierten en amenazas inexplicables. La vida diaria se transforma en un circo, justo en ese punto en el que alguien corta las cuerdas que mantienen en pie la carpa.
Greil Marcus, que es un especialista absoluto en música, en vanguardias y en contracultura, sabe que existe una historia al margen, la que no aparece siempre en las enciclopedias al uso:
La historia oficial y estándar del rock and roll es verdad, pero no es toda la verdad. No es para nada la verdad. Se trata de una historia elaborada que se ha extendido tan exhaustivamente que la gente se la cree, pero no es verdad según su experiencia, y puede incluso deformarla o eliminarla.
Poco después de escribir lo anterior, nos sirve un ejemplo sobre lo que quiere decir merced a una anécdota contada por David Lynch:
Pero, ¿y si tus recuerdos no son tuyos, sino que más bien han sido secuestrados por otra historia, colonizados por una memoria cultural mayor? «Sabes, se hace de noche muy tarde en Boise, Idaho, en verano –contó una vez David Lynch hablando del 9 de septiembre de 1956, el día en que Elvis Presley apareció por primera vez en el Ed Sullivan Show, un programa que supuestamente vieron el 82,6 por ciento de todos los estadounidenses sentados frente al televisor esa noche. Lynch tenía diez años–. No estaba muy oscuro, así que debían ser, digo yo, tal vez las nueve de la noche, aunque no estoy muy seguro. Ese anochecer fantástico, una noche preciosa. Se formaban sombras profundas. Hacía calor. Y Willard Burns vino corriendo hacia donde estaba yo desde unas tres casas más allá y dijo: "¡Te lo has perdido!". Y yo le pregunté: "¿El qué?". Y él me respondió: "¡Elvis en Ed Sullivan!". Entonces sentí un fuego encendiéndose en mi cabeza. ¿Cómo podía habérmelo perdido? Y esa fue la noche, sabes. Sin embargo, de alguna manera me alegro de no haberlo visto; en mi mente fue un acontecimiento más grande porque me lo perdí».
Además de conducirnos a otros músicos (como Bob Dylan, Amy Winehouse, Lou Reed, Jack White o Robert Johnson, e incluso novelistas como Colson Whitehead o películas del estilo de Mátalos suavemente y novelas y sus versiones cinematográficas, caso de Brighton Rock) mediante su lista (que parte de temas de Joy Division, The Flamin' Grooves o The Teddy Bears), su selección es impecable o casi; me ha hecho descubrir y en algún caso redescubrir canciones muy especiales, que han sido versionadas e imitadas hasta la saciedad. El único tema difícil para el oído es el "Guitar Drag" de Christian Marclay, que por cierto no puede encontrarse completo en la red (o yo no he sido capaz de encontrarlo) porque consiste en la grabación de una guitarra arrastrada por una camioneta. Pero lo interesante es que, en este capítulo, Marcus nos cuenta la historia de Marclay, artista experimental al que yo no conocía y que ha hecho cosas a priori muy interesantes, como vemos aquí:
Marclay, nacido en 1955 en California y criado en Suiza, es más famoso por The Clock [El reloj] –exhibido por primera vez en 2010–, un vídeo collage de veinticuatro horas, minuto a minuto, de clips de miles de películas que, en tiempo real –si se entra en el espacio de visionado, en una galería o en un museo, a las 10:13 de la mañana, en la pantalla también son las 10:13 de la mañana–, ofrecen el retrato de un día entero y mítico. […] Es un artista del ensamblaje omnívoro fascinado por la destrucción; toda su obra se basa en sacar algo de un contexto y colocarlo en otro, o bien en reconocer la forma en que un objeto ha perdido su contexto original y aparentemente definitorio y ha ocupado otro, de modo que todos los elementos de una construcción, o deconstrucción, comiencen a explicar una historia jamás explicada, aunque transmitan la sensación de haber querido explicarla siempre.
En suma: un libro muy interesante, que parte de un punto para dispersarse por otros ámbitos de la cultura, y que conforma un manual admirable de artistas, historias y canciones.
[Editorial Contra. Traducción de Silvia Guiu y Begoña Martínez]