sábado, agosto 09, 2014

Listen to me, de Manuel Vilas


14 de febrero

El nerviosismo a la hora de viajar: acierta con el tamaño de la maleta y con la ropa que vas a necesitar, acierta con la ropa interior (¿cuántos calzoncillos?), no te dejes las gafas, se ha acabado la pasta dentífrica, no te da tiempo de comprar otra, los billetes ¿dónde están?, y la Pregunta final, terrorífica: ¿sabré llegar?, y la Pregunta infernal, la Pregunta/pánico: ¿lograré volver sano?

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25 de abril

A ver, no quiero que nadie me agregue a grupos y cosas de esas de Facebook. Eso no se puede hacer, coño. No puede haber imposiciones en esto. A quien me agregue a algún grupo de esos no le borro del Facebook, pero como me lo encuentre por ahí le rompo la cabeza por pelma. En esta vida se puede ser de todo menos coñazo.

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29 de junio

Benditos sean todos esos enamorados sobre la faz de la tierra que esperan en una noche oscura y larga la llegada de un Whatsapp o de un sms que no llegará nunca.

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12 de septiembre

Puede haber un momento tan maravilloso como terrible en la vida de un escritor. El momento en que ya no quiere salir de casa. No es que no quiera viajar ni promocionar sus libros ni dar charlas ni ver a sus amigos, es que no quiere salir de su casa, ni salir a la calle, ni ir a un bar, ni hacer la compra. Ni siquiera sale de la habitación en la que escribe salvo para acostarse en la cama o ir al lavabo. Es el momento en que ya solo vive para escribir. Duerme seis horas y el resto, las otras dieciocho horas, está delante del ordenador. No puede hacer otra cosa. No come. Tal vez una mandarina. No bebe más que dos vasos de agua. Solo escribe. Da igual lo que escriba. Dieciocho horas diarias delante de las palabras. Miles de palabras. Solo él y el ordenador.


[La Bella Varsovia]