lunes, agosto 11, 2014

Ellos quieren algo crudo. 30 años de entrevistas, de Charles Bukowski. Ed. de David Stephen Calonne


Charles Bukowski es uno de esos autores devorados por su leyenda y por la parte ficticia (aunque sea muy pequeña, él mismo admite que siempre hay un porcentaje mínimo de ficción) de sus obras. Por eso se agradecen libros como éstos, en los que se recopilan entrevistas que el escritor concedió a lo largo de los años (una de ellas se la hizo el mismísimo Sean Penn, de quien fue un buen amigo). Y en estas entrevistas se aclaran algunos puntos. El propio Bukowski aclara ciertos matices, aunque la mayoría de las veces estaba medio beodo y le encantaba ser un poco fanfarrón.

Hay aspectos muy interesantes, también, en la visión que otros tuvieron de él. Por ejemplo, el director de cine Taylor Hackford dijo de él: Lo único que podría matarlo es empezar a hacer más lecturas, corriendo por todo el país, tomando vuelos y quedándose en Holliday Inns. Las lecturas lo ponen nervioso, así que tiende a beber en exceso antes, durante y después de ellas, pero eso tiene su precio. [Lo que le pasaba a Bukowski puede extenderse a un montón de poetas y de escritores que necesitan beber antes de una lectura pública para perder el miedo escénico. Unos necesitan mucha bebida y, otros, poca. Depende de cada uno. La mayoría de los que conozco necesitan ese estimulo (me cuento entre ellos). Me gusta que alguien como Hackford hable de ello].

La edición de esta antología presenta para mí dos pequeños problemas, no obstante. El primero es que fue publicado e impreso en México, así que es un libro de importación y es un poco caro (se puede encontrar en algunas librerías de Madrid), y estuve a punto de no comprarlo por eso mismo. El segundo es que la traducción es mexicana y yo no logro acostumbrarme a las traducciones argentinas, mexicanas, etc. Siempre hay jerga que no entiendo, matices que aquí hubiéramos cambiado, palabras que chirrían. Pero es lógico: a ellos, a los latinos de América, les sucede igual cuando leen las traducciones de Anagrama (por poner un ejemplo). Por lo demás, me alegro de haberlo leído y de haber encontrado declaraciones de Bukowski como éstas:

Mi contribución fue aflojar y simplificar la poesía, hacerla más humana. Facilité que otros pudieran seguirla. Les mostré que se puede escribir un poema de la misma manera en que puedes escribir una carta, que un poema puede ser hasta entretenido, y que no necesariamente tiene que haber algo sagrado en él.

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Estoy escribiendo menos, pero escribo mucho mejor. Hay más cuidado en cada línea. Tengo demasiadas dudas, así sé que estoy midiendo bien las cosas. Ahora todo ocupa su lugar. Estoy en mi camino. No me pueden derrotar. Mañana en la mañana es otra cosa. Quién sabe, incluso puede desmoronarse todo y que me vuelva loco o delirante o que viole a una cabra o algo. Siempre está la oportunidad de que vuelva al barrio bajo, a beber con los muchachos. Nunca mencionaría que fui un poeta ni nada de esas mariconerías. Sólo me sentaría ahí, bebería con ellos y diría: "Bueno amigos, ya me imaginaba que iba a terminar así".

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He sido acusado de odiar a las mujeres, pero no es cierto en absoluto. Sólo es que la mayoría de las mujeres con las que me topé por un largo tiempo no fueron exactamente premios. Dormía con ellas y cuando me despertaba, se habían ido con mi dinero. Si un hombre va a un prostíbulo, se consigue una puta, eso es todo. Conocí a Jane cuando ya estaba en los veinte, y ella fue la primera mujer –la primera persona, para el caso– que me dio algo de amor. Fue la primera vez que descubrí las cositas estúpidas que hacen que uno se preocupe por el otro, como quedarse en la cama el domingo en la mañana leyendo un periódico, o preparando una comida juntos. Cosas gentiles, trilladas como ésas.

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La muchedumbre es el lugar de reunión de los más débiles; la creación verdadera es un acto de soledad.


[Nitro/Press. Traducción de Mauricio Bares]