domingo, junio 08, 2014

La noche que llovieron impermeables, de Jorge M. Molinero


La mano en el bolsillo
apretada,
con la llave del portal entre los nudillos
que aquí se está poniendo feo
y uno de los dos
no sale de esta ileso.

Vivo en la ciudad
mejor iluminada del mundo,
aunque sólo veo sombras en derredor.
Acorralado,
ya son demasiadas decepciones.

Esta vez me la llevo por delante
con la valentía de las copas de más.
Sé bien cómo actúa, todos sus movimientos,
llevo un mundo detrás de ella.
Aunque jamás me la presentaron: Jorge, La Vida;
La Vida, Jorge.

**

A K., maestro y espejo

No hay más.
Así de cómico,
y así de trágico.

Karmelo Iribarren


Decidirme de una vez
a escribir un poema
serio
sobre lo cruel y ridícula
que es la vida.
Pero es 12 de mayo,
Sol se llena de gravedad y
en vez de pasear por Central Park
viendo obesos con camisas fosforitas,
estoy sentado en la terracita del bar
de Arrolobos viendo cantar a la rubia mal
teñida de la orquesta una de Maná.

Y no me siento capaz
-ni ayudado por un ron cola- a
expresar con palabras
la sensación de que esta vida
no da más de sí.

**

En esa edad

Lo único bueno que tiene la vulgaridad,
es que nos humaniza

Poeta Bululú

en esa edad donde
es temprano para morir
y demasiado tarde para matarte
en una desesperada búsqueda de la
eternidad

esa edad indecisa,
en la que en los bares hay demasiada
gente,
eres más viejo que todos los héroes
y los niños te llaman señor

en esa edad de nadas,
con las ganas de cometer viejos errores
y descubrir un freno silenciado,
te sorprendes paseando, quién lo diría,
sin rumbo, por el placer de pasear,
dudando al mirar a las viandantes
si prefieres follarte
a las madres o a sus hijas


[Editorial Origami]