lunes, abril 28, 2014

Maestros Antiguos, de Thomas Bernhard


Leí este libro el año pasado, y es dinamita pura, uno de los textos más rotundos y viscerales de Thomas Bernhard. Sin embargo, no lo había comentado aquí aún porque tenía previsto anotar tantas frases, tantos pasajes y tantas sentencias que me dio pereza y fui posponiendo la tarea. Revisarlas ahora y copiarlas para tenerlas en mis archivos y para difundirlas en este blog ha sido como una relectura, una gran relectura. En Maestros Antiguos conocemos el pensamiento de Reger, un crítico y músicólogo que acude a diario a la misma sala del mismo museo y le cuenta al narrador lo que observa y lo que piensa, lo que sabe y lo que analiza. Como siempre digo: en los libros de Bernhard el argumento es lo de menos. Lo que importa es el ritmo, la música de sus frases (Miguel Sáenz siempre hace un trabajo excepcional), lo que dice y cómo lo dice, sin olvidar los ataques a todo: a la política, a la sociedad, a los falsos artistas que viven de subvenciones, a las masas, a la ciudad… Lo dicho: dinamita. Y de muestra, un montón de fragmentos:

Metemos e introducimos cuanto tenemos en una persona así y ella nos deja, se nos muere, para siempre, así él. Y a eso se añade aún lo inesperado, el hecho de no haber previsto la muerte de esa persona, ni por un momento había previsto la muerte de mi mujer, la consideraría como si tuviera una vida eterna, nunca había pensado en su muerte, dijo, como si ella fuera a vivir realmente con mi sabiduría hasta la infinitud en calidad de infinitud, así él.

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Sólo cuando amamos a una persona con un amor tan desenfrenado, como yo amaba a mi mujer, creemos realmente que vivirá eternamente y hasta la infinitud.

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El Estado da a luz a sus niños en el Estado, ésa es la verdad, el Estado da a luz a sus niños en el Estado y no los deja ya. Vemos, adondequiera que miremos, sólo niños del Estado, alumnos del Estado, trabajadores del Estado, funcionarios del Estado, ancianos del Estado, muertos del Estado, ésa es la verdad. El Estado fabrica y permite únicamente seres del Estado, ésa es la verdad. El ser natural no existe ya, sólo hay seres del Estado y, donde existe aún el ser natural, se le persigue y se le acosa a muerte y/o se le convierte en hombre del Estado.

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Si existe el infierno, y naturalmente que existe el infierno, dijo, entonces mi infancia fue el infierno. Probablemente la infancia es siempre un infierno, la infancia es el infierno, dijo, da igual qué infancia sea, es el infierno. La gente dice que ha tenido una hermosa infancia, pero sin embargo fue el infierno. La gente lo falsifica todo, y falsifica también la infancia que tuvo.

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Siempre he aborrecido las aglomeraciones humanas, durante toda mi vida las he evitado, nunca he ido a ninguna asamblea, de la clase que fuera, a causa de mi aborrecimiento por las masas, como tampoco Reger, por cierto, nada aborrezco más profundamente que la masa, la multitud, la realidad es que creo continuamente que, incluso sin buscarla, seré aplastado por la masa o por la multitud. Ya de niño me apartaba de ella, de la masa, aborrecía la multitud, la aglomeración de gente, esa concentración de bajeza y aturdimiento y mentira.

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Al fin y al cabo, la gente comete en los museos siempre el error de proponerse demasiadas cosas, de querer verlo todo, y así anda y anda y mira y mira y de pronto se derrumba porque, sencillamente, ha devorado demasiado arte.

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Todo lo actual está lleno de vileza y lleno de maldad, mentira y traición, dijo Reger, tan desvergonzada y pérfida como hoy no ha sido nunca la Humanidad. Podemos mirar lo que queramos, podemos ir a donde queramos, sólo veremos maldad y bajeza y traición y mentira e hipocresía y siempre nada más que una absoluta abyección, da igual lo que miremos, igual a donde vayamos, nos enfrentaremos con maldad y con mentira e hipocresía. Qué otra cosa vemos más que mentira y maldad, que hipocresía y traición, que la abyección más abyecta cuando vamos aquí por la calle, cuando nos atrevemos a ir por la calle, dijo Reger. Vamos por la calle y vamos a la abyección, dijo, a la abyección y la desvergüenza, a la hipocresía y la maldad.

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Todos los días no da uno crédito a sus ojos ni crédito a sus oídos, dijo, todos los días ve uno, con espanto cada vez mayor, la decadencia de este país destruido y de este Estado corrompido y de este pueblo embrutecido. Y la gente de este país y de este Estado no hace nada por remediarlo, dijo Reger, eso es lo que a alguien como yo lo atormenta diariamente.

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Los políticos son los asesinos, sí, los genocidas de un país así y de un Estado así, dijo Reger, desde hace años, los políticos asesinan los países y los Estados y nadie se lo impide.

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El pueblo es siempre sólo un pueblo asesinado por los políticos, dijo Reger, pero el pueblo no lo ve, siente sin duda que es así, pero no lo ve, ésa es la tragedia, así Reger.

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Esa gente escribe desde hace decenios sólo una literatura sin pensamiento, escrita sólo para agradar y que también se publica sólo para agradar, así Reger. Mecanografían su tontería abismal y se embolsan por esa tontería abismal e insulsa todos los premios imaginables, dijo Reger.

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A toda esa gente la colman de becas y de premios y a cada instante hay un doctor honoris causa por aquí y un doctor honoris causa por allá y a cada instante se sientan junto a un ministro y poco después junto a otro y hoy están con el canciller federal y mañana con el presidente del Parlamento y hoy están en el hogar de los sindicatos socialistas y mañana en la casa de la cultura de los obreros católicos y se dejan agasajar y mantener. Estos artistas de hoy, efectivamente, no son sólo tan mentirosos en sus llamadas obras, son igualmente mentirosos en sus vidas, dijo Reger.

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El que roba veinte chelines es perseguido y encarcelado por la justicia, el que estafa millones y millares de millones en su puesto de ministro es expulsado, en el mejor de los casos, con una pensión gigantesca y olvidado enseguida, así Reger.

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Cuando abrimos el periódico, nos encontramos otra vez con un escándalo político, dijo Reger, realmente con un escándalo en el que están envueltos políticos de este Estado mutilado hasta lo irreconocible, que han abusado de su puesto, que han hecho causa común con el crimen. Cuando abre uno el periódico, piensa vivir en un Estado en el que la atrocidad política y en el que la delincuencia política se han convertido en costumbre diaria.

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Si el lector de periódicos abre el periódico ya de mañana, ese lector de periódicos se estropea ya de mañana el estómago y el día entero y además la noche siguiente, así Reger, porque se ve enfrentado con un escándalo político cada vez mayor, con una marranada política cada vez mayor, así Reger.

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Nos acostumbramos naturalmente durante decenios a un ser humano y lo amamos durante decenios y lo amamos en definitiva más que a cualquier otro y nos encadenamos a él, y cuando lo perdemos, es realmente como si lo hubiéramos perdido todo.

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Cuando uno ha perdido a su ser más próximo, todo le resulta vacío, ya puede mirar adonde quiera, todo está vacío y uno mira y remira y ve que todo está realmente vacío y de hecho para siempre, así Reger.   



[Alianza Editorial. Traducción de Miguel Sáenz]