viernes, marzo 28, 2014

Doctor Sax, de Jack Kerouac


Este año voy con un retraso considerable de lecturas. Y voy con mucho retraso en cuanto a los libros que se van publicando o reeditando (en nuevas traducciones) de Jack Kerouac, del que procuro leer todo. Aún me faltan por leer Viajero solitario, por ejemplo. Y, aprovechando que Escalera acaba de sacar Visiones de Cody, hace algunas semanas leí por fin Doctor Sax. Se trata de un libro extraño, onírico, complejo (quizá el más complejo de los que he leído del autor). De hecho, es una obra que genera opiniones muy diversas. Para el propio autor, según se apunta en Kerouac y la generación beat (de Jean-François Duval, ya comentado aquí), era su mejor libro. A mí es el que menos me gusta. Luego sondeé la opinión de algunos escritores colegas: a Francesco Spinoglio y a Vicente Muñoz Álvarez les encantó; a David González, no tanto. Pero ambos opinamos que hay que leerlo, si eres fanático de Kerouac. Porque he de aclarar una cosa: Doctor Sax, una mezcla de ficción, memorias y sueños con toques góticos, es un buen libro; pero no es lo que yo esperaba, no es a lo que me había acostumbrado con Kerouac. Pronto me pondré con Visiones de Cody; mientras tanto, aquí va un fragmento de Doctor Sax:

Había anocheceres tristes en vacaciones, época de Navidad, la ciudad entera chisporroteaba a lo largo y ancho de lo que yo alcanzaba a ver desde los aledaños traseros del Instituto Textil, tras la feria dominical y por la tarde, a la hora de cenar, el rosbif me esperaba, o ragout d’boulette, inolvidable la totalidad del cielo, realzado por el hielo seco al brillar en el aire enrarecido de puro azul, triste, igual que los callejones de ladrillos rojos y el mármol del auditorio de Lowell, con bancos de nieve en las calles sonrojadas de tristeza, bajo el vuelo de los pájaros a la deriva de un domingo en Lowell; hora de almorzar, vuelo hasta una cerca Pulcra, rastreando migas de pan –ningún rastro allí del Lowell que vendría después, el Lowell de pesadillas locas bajo los pinos demacrados y la luna vertiginosa resoplando tras un velo, una linterna, un entierro inmundo, un desentierro inmundo, gnomos, ejes llenos de grasa, abandonados en las aguas del río y la luna reflejada en el ojo de una rata –ése sería el Lowell, el Mundo, aún por llegar.
Doctor Sax se esconde en los rincones de mi imaginación.


[Ediciones Escalera. Traducción de Martín Abadía]