jueves, enero 30, 2014

Señor Sueño, de Robert Pinget


Señor Sueño es un jubilado que escribe una especie de diario. Lo escribe en tercera persona y va anotando observaciones, aforismos y numerosas reflexiones sobre la escritura. Robert Pinget, un poco en la estela de Samuel Beckett, demuestra su maestría en este libro inclasificable. Lo recomiendo, sobre todo, para escritores y para locos por la literatura, para aquellos a quienes les importa más el estilo y el poder de una sentencia que el argumento. Unos fragmentos:

La gran dificultad cuando uno escribe un diario dice el señor Sueño está en olvidar que uno no lo escribe para los otros… o mejor en no olvidar que no se escribe más que para sí… o mejor en olvidar que no se escribe para un tiempo en que uno se habrá convertido en otro… o mejor en no olvidar que uno es otro cuando lo escribe… o mejor en no olvidar que no debe tener más interés que para sí mismo inmediatamente es decir para alguien que no existe porque uno es otro en cuanto se pone a escribir…

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A un joven novelista que se mata para construir, como dice él, los personajes, el señor Sueño en términos graciosos le aconseja que construya primero su personaje. Aprender a escribir es ir a la escuela de la humildad. Luego todo el tiempo del mundo para jugar al autor.

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El arte de decir. Bonito rompecabezas. Hay tantos artes de decir como buenos autores. ¿Qué es un buen autor? No hay receta para llegar a serlo. Esto debe tranquilizar no poco a los mediocres pretenciosos.
O bien.
Todos esos pobres de hoy en día que se ponen a escribir, la de desilusiones que les esperan.
O bien.
Mengano fue un gran escritor según parece. Cómo pasa el tiempo.

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La única manera de ser conocido dice es hacerse conocer. A los ambiciosos incapaces de un destello, de una exhibición, les queda el recurso de seguir haciendo poco ruido, obstinadamente, hasta la náusea. Los oirán.
Y también.
Que sea imposible decir nada nuevo solo asusta a los imbéciles.
Y también.
Si le preguntaran al señor Sueño por qué escribe usted contestaría y a usted qué le importa. ¿Y si se lo preguntase él a sí mismo? Respondería lo mismo.

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Le dice a su amigo no puedo hacer más por ti. El otro le contesta no te pido que hagas sino que estés.

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Si no explicas bastante, te comprenden mal, si explicas demasiado, no te comprenden. El justo medio está en explicar lo suficiente para que te lo reprochen.


[Antonio Machado Libros. Traducción de Juan Díaz de Atauri]