Suelo comprarme todos los libros de Charles Bukowski que traducen. No me importa que hayan renegado de su obra aquellos que antaño lo veneraban, tampoco me importa que entre ciertos círculos sea una especie de apestado. No seré yo quien diga que era un autor del calibre de, no sé, Joyce o Faulkner. Pero siempre me funciona. Siempre me transmite algo, y lo hace con furia y con fuerza. Los miles de imitadores de Bukowski no han logrado obtener su fluidez, y tampoco esa mezcla tan difícil de lirismo y de realidad, de flores nacidas de la basura, que caracteriza su literatura. Decía Francisco Umbral que Bukowski era capaz de hacer poesía incluso hablando de las uñas o de la ropa tendida; y es cierto.
Los placeres del condenado es una antología que incluye algunos inéditos. Para el lector de Bukowski, este libro es un festín. Hay que leerlo poco a poco: reconozco que leer tantos poemas juntos de un mismo autor (y de uno tan repetitivo en temas como él lo era) puede llegar a agotar. Pero a mí, como digo, me divierte: me muestra el lado más sucio de la vida, me habla de los perdedores, de los desarraigados, del triste destino que nos espera, que él, mientras llega, combate con vino, poemas y mujeres.
La introducción, escrita por el traductor, Ciro Arbós, es si mal no recuerdo la mejor guía (o una de las mejores) para adentrarse en la obra de Charles Bukowski. Principalmente porque aclara algo que, hasta ahora, nadie me había aclarado: qué parte de la obra conocemos porque está traducida y qué parte es inédita en España o qué libros desgajaron para montar otros libros. No sé si me explico. Pero daré un ejemplo: de The Roominghouse Madrigals nos dice que fue traducido aquí como Madrigales de la pensión, pero la versión española sólo incorporaba “una escueta selección de los poemas del libro”. Puntos como éstos son los que nos aclara, además de establecer una diferencia entre el hombre y el escritor: Bukowski inventaba o exageraba muchas de sus vivencias. La introducción de Ciro Arbós hay que leerla. Y os dejo con un par de poemas:
vidas de cubo de basura
el viento sopla fuerte esta noche
y es un viento frío
y pienso en
los muchachos que viven en la calle.
espero que algunos tengan una botella
de tinto.
cuando estás en la calle
te das cuenta de que
todo
tiene propietario y
todo
está bajo llave.
así es como funciona la
democracia:
consigues lo que puedes,
intentas conservarlo
y acumular más
si es posible.
así es como funciona una
dictadura también
sólo que allí esclavizan o
destruyen a sus
marginados.
nosotros nada más olvidamos
a los nuestros.
en cualquier caso
es
helador
el viento.
**
los orgullosos
moribundos
flacos
veo a los pensionistas mayores en los
supermercados y están flacos y son
orgullosos y se están muriendo
se están muriendo de pura hambre y no dicen
nada. tiempo atrás, entre otras mentiras,
les enseñaron que el silencio era
valentía. ahora, después de toda una vida trabajando,
la inflación los ha atrapado. miran a un lado y otro,
roban una uva
la mastican. al final hacen una mínima
compra, para el día.
otra mentiras que les inculcaron:
no robarás.
prefieren morirse de hambre antes que robar
(una uva no los va a salvar)
y en cuartuchos diminutos
leyendo la publicidad del súper
morirán de hambre
morirán sin hacer un solo ruido
y los sacarán de la pensión
muchachos rubios de pelo largo
que los subirán en camilla al
coche y marchando, esos
muchachos
de apuesta mirada
que andan pensando en Las Vegas y en coños y
triunfos.
es el orden de las cosas: a todos
nos dan a probar la miel
luego el cuchillo.
[Visor Libros. Traducción de Ciro Arbós]