jueves, diciembre 19, 2013

Especulación, de Thomas Wolfe


Especulación es un texto tan breve que no me atrevería a calificarlo de novela corta; yo diría que es un relato largo. Y cuenta algo muy sencillo: el regreso de un hombre a su pueblo y la visita que hace junto a su madre y a su hermano al cementerio, donde están enterrados su padre y algunos de sus hermanos. Sin embargo, que el argumento sea sencillo no quiere decir que pierda en profundidad; al contrario: todos esos materiales (tren, madre, cementerio, pueblo que prospera) le sirven a Wolfe para hablarnos de cómo el regreso acaba siendo algo esencial, obligatorio, en la vida de quienes emigraron: Lo único que sabía era que los años corren como el agua y que un buen día los hombres vuelven a casa. Y de cómo, en julio de 1929, ya se comprueba que los empresarios, los agentes inmobiliarios y los especuladores han destrozado el pueblo para añadir casas y cemento y edificios gigantes y ampliarlo por todas partes y comprar y vender terreno…

Es, pues, un texto muy actual, acorde con estos tiempos, y escrito con el toque poético, grandilocuente, del gran Thomas Wolfe, que captura muy bien lo que ocurre cuando a los hombres les ciega la codicia: Habían derrochado las ganancias de toda una vida para hipotecar las de toda la generación venidera; se habían arruinado a sí mismos, a sus hijos, a su ciudad y nada podría detenerlos. Y ahí va otro fragmento:

La vida se reducía cada vez más a unos pocos gestos estériles y confusos: construir una casa fea y cara y comprar un coche y afiliarse a un club de campo, para luego construir otra casa más grande y más fea y más cara, comprar un coche más caro y afiliarse a un club de campo más grande y más caro; todos estaban inmersos en esa rutina, efectuando todas las repeticiones de una idiota monotonía, construyendo nuevas casas, nuevas calles, nuevos clubes de campo con frenética prisa y salvaje extravagancia; pero el alimento que saciaba su apetito no estaba en ninguna parte, ni la bebida que calmaba su sed. Eran como ardillas muertas de hambre, desoladas y perdidas, que corrían impetuosamente en una rueda giratoria dentro de su jaula. Y eran conscientes de ello, lo sabían.


[Editorial Periférica. Traducción de Juan Sebastián Cárdenas]