martes, octubre 08, 2013

Gravity



La primera imagen de Gravity consiste en un plano fijo de la Tierra, vista desde el espacio. Poco a poco, una nave se aproxima hacia donde está la cámara, hacia donde nos han situado a los espectadores. Empezamos a oír voces: astronautas que hablan con un controlador de la base de Houston. Las voces son reconocibles para el cinéfilo acostumbrado a la versión original. Corresponden a Sandra Bullock y George Clooney (los astronautas) y a Ed Harris (el controlador, en claro guiño a su papel en Apollo XIII). Ese plano secuencia, una auténtica maravilla del cine, durará casi 20 minutos en los que asistimos a la reparación de una nave, el cruce de diálogos entre los personajes (y entra un tercer astronauta, al que nunca vemos el rostro) y los primeros avisos de peligro. Sólo con ese inicio, cuyas imágenes no nos abandonarán días después de haberlas visto, ya puede decirse que Gravity merece la pena. Pero, como digo, es sólo el principio: el resto es de un virtuosismo tal, de una belleza y una metafísica que nos llevan a afirmar que Alfonso Cuarón ha hecho su obra maestra. Cineasta de poca filmografía, me interesa destacar su versión de Grandes esperanzas, su célebre Y tu mamá también e Hijos de los hombres (que, antes de Gravity, me parecía su mejor película). Pero es que Cuarón también ha rodado el mejor episodio de una famosa saga: Harry Potter y el prisionero de Azkaban.

Sigamos con la película. Dentro de poco, en el Museo Reina Sofía de Madrid, se inaugurará una exposición titulada “La imagen es un virus”, en evidente referencia a William S. Burroughs. Estoy de acuerdo: la imagen es un virus, pero sólo cuando es tan potente como las que aparecen en Gravity. Se apoderan de ti y no te abandonan. Como en el plano en el que Sandra Bullock se despoja del traje y adopta una posición fetal que demuestra su desvalimiento, su necesidad de ser protegida, de cubrirse, de regresar al seno materno, de tener a su lado una madre que la proteja. Porque ella misma es (fue) madre, pero perdió a su hija. No debemos pasar por alto este drama porque, más allá de los tecnicismos y de los efectos visuales, me parece una de las claves de la película: aunque la premisa es sencilla (dos personas a punto de perderse en el espacio, enfrentándose a la soledad y a la muerte, de la misma manera a como ocurría en la excepcional Gerry, donde dos hombres se extravían en el desierto, enfrentándose a la soledad y a la muerte), aunque es sencilla, como digo, Gravity es una película que posee muchas capas y niveles de significado. El crítico de cine Ángel Sala lo explicó bien en Twitter: es la historia de una resurrección, una mujer emocionalmente moribunda q[ue] volverá a nacer desde un útero con forma de modulo. Entre esas capas pasamos por la gravedad de los recuerdos, por el peso del pasado, por la necesidad de sobrevivir y aprender a echar lastre.

He visto la película dos veces. La primera en 2D. La segunda, en 3D, anoche mismo, porque un internauta cinéfilo me convenció de ello con un par de comentarios en Twitter. No soy muy amigo del 3D, pero en Gravity es necesario verla así. Porque te lleva al espacio. Parece que estás allí, angustiado, sufriendo con ellos. Es, más que una película, una experiencia. Habrá gente que la vea pirateada del emule, en screener, doblada y en 2D y en su ordenador, y luego dirá “No es para tanto”; pero es que, amigos, no es lo mismo. Como no es lo mismo asistir a un concierto de Bruce Springsteen o de The Rolling Stones que escucharlos en una radio a poco volumen.

Un apunte más: George Clooney está, como siempre, excelente; si estuviera en el espacio, sin duda sería su voz la que necesitaría para darme consuelo. Y Sandra Bullock, a la que por lo general no presto mucha atención (por culpa de tanta comedia romántica), está extraordinaria, y no me sorprendería que ganara otra vez el Oscar.