Cada catástrofe natural trae aparejadas miles de pequeñas historias de héroes, de víctimas y de mártires. Son las más interesantes porque reflejan los detalles y no se quedan en lo general (como, por ejemplo, ocurre en los telediarios). Ésta es una de ellas. El autor, Takashi Sasaki, es un profesor de Español y Pensamiento Español que vive ya retirado, junto a su mujer enferma, y que suele escribir un diario en su blog, bastante célebre ya por entonces (cuando sufrieron el terremoto y el tsunami de 2011). A Sasaki le pilló aquello a una edad avanzada y con una esposa aquejada de demencia; pero no por ello huyó: prefirió quedarse en casa y contar sus penurias en la bitácora. Lo que se ha publicado son esas entradas de su blog, las que comienzan en marzo de 2011 y abarcan cinco meses. La historia de Sasaki, no lo olvidemos, no es la de un tipo joven que recorre los parajes devastados para ayudar (a la manera de, por ejemplo, el Zeitoun de Dave Eggers), sino la de un anciano que ya se mueve con dificultad, pero está dispuesto a presentar batalla a las autoridades por su mala gestión. Aquí van dos extractos:
A veces la gente se maravilla, o se compadece, de que sea capaz de escribir casi todos los días mientras cuido a mi mujer, hago la comida, lavo la ropa… En realidad, escribiendo, trato por todos los medios de obtener mi fuerza vital, mi ritmo, dentro de un día a día que, si no escribiera, se derrumbaría ruidosamente ante mis ojos. Dicho de forma más aparente, el escribir como equivalente del vivir (sí, demasiado aparente ha resultado la frase).
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Desde hace un par de días, será por este tiempo tan revuelto, o por el cansancio acumulado, me duelen las caderas y lo estoy pasando mal. No es uno de esos lumbagos que te impiden andar, andar sí que ando, pero imagínense ustedes lo que es arrastrar a mi mujer hasta el supermercado: parecemos una pareja de cangrejos avanzando de lado, una pareja de cangrejos viejos, eso es lo que parecemos.
[Satori Ediciones. Traducción de F. Javier de Esteban Baquedano]
A veces la gente se maravilla, o se compadece, de que sea capaz de escribir casi todos los días mientras cuido a mi mujer, hago la comida, lavo la ropa… En realidad, escribiendo, trato por todos los medios de obtener mi fuerza vital, mi ritmo, dentro de un día a día que, si no escribiera, se derrumbaría ruidosamente ante mis ojos. Dicho de forma más aparente, el escribir como equivalente del vivir (sí, demasiado aparente ha resultado la frase).
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Desde hace un par de días, será por este tiempo tan revuelto, o por el cansancio acumulado, me duelen las caderas y lo estoy pasando mal. No es uno de esos lumbagos que te impiden andar, andar sí que ando, pero imagínense ustedes lo que es arrastrar a mi mujer hasta el supermercado: parecemos una pareja de cangrejos avanzando de lado, una pareja de cangrejos viejos, eso es lo que parecemos.
[Satori Ediciones. Traducción de F. Javier de Esteban Baquedano]