martes, mayo 28, 2013

Todo va bien, de Socrates Adams


En la estimable Lars y una chica de verdad, el protagonista, encarnado por Ryan Gosling, va a todas partes junto a una muñeca. Cree que es su novia y así se la presenta a sus familiares y a sus amigos. Nadie logra convencerle de lo contrario. Algo parecido sucedía en la interesante (ya la recomendé en su momento) El castor, donde Mel Gibson se coloca un guante de peluche en la mano y se obsesiona con que es un amigo vivo. Y en Todo va bien, la primera novela del británico Socrates Adams, su jefe le encarga al protagonista (Ian, uno de los dos narradores) una tarea humillante: ir a todas partes con un pequeño tubo de los que venden en la empresa en la que trabajan y hacerle creer a la gente que es su hija. La intención del superior es conseguir que el empleado aprenda a ser responsable y, de ese modo, pueda rendir en su puesto de trabajo, ya que ha obtenido las peores calificaciones en la evaluación de resultados de sus objetivos. Pero en realidad el tiro le sale por la culata: Ian llega a creer que el tubo es su hija, y trata de alimentarla y de buscarle acomodo para dormir e incluso le habla de las vacaciones que quiere tomarse en los Alpes.

En Todo va bien, bajo la forma de una novela a ratos hilarante y a ratos muy triste, con un toque fantástico (a veces el tubo se convierte en narrador, o mejor dicho narradora, con lo cual Ian no está tan loco como pensábamos), Socrates Adams logra crear una sátira sobre el trabajo de oficina, las servidumbres y esclavitudes propias de nuestra sociedad y el ritmo de vida que nos imponen a diario. Cuando es degradado, al inicio del libro, a Ian le encomiendan un puesto en un cuarto solitario sin ventanas en el que su cometido es observar la cuenta atrás de unos números que aparecen en la pantalla de una computadora viejísima. Su jefe se dedica a vigilarlo mediante una red de cámaras de vigilancia. Y lo único que Ian quiere es enamorar a una mujer e irse de vacaciones a los Alpes. Pero nadie puede conseguir sus objetivos cuando cae en la sumisión, y menos aún si lleva una vida absurda, casi kafkiana.

Ya he dicho que Pálido Fuego es una editorial de referencia y este libro de Socrates Adams vuelve a demostrarlo. En cuanto uno empieza a leerlo es difícil abandonar la lectura. Os dejo con algunos fragmentos:  

-Ian, he invertido una enorme cantidad de dinero y esfuerzo al ofrecerte buenas oportunidades en esta empresa.
Experimento una oleada de aprecio y cariño hacia mi jefe. Mi corazón bate unas alas fibrosas.
-Pero no ha funcionado. Voy a tener que degradarte.
-Creí que ya estaba en el nivel más bajo posible.
-Ese es el problema. He tenido que crear un nuevo puesto de trabajo.
Aún sigo de pie.
-¿Qué es más bajo que Vendedor de Tuberías Extremadamente Junior?
-Ian, desde ahora tu puesto se denomina: Encargadillo de Mierda.
Encargadillo de Mierda. Siento algo tirante en las tripas.
-¿Hay una Descripción del Puesto?
.
**

La agencia de viajes está en la calle de al lado, enfrente. Hay horas de personas mezclándose y armando jaleo y empujándose unas a otras. Parece raro que haya tanta gente en el mismo lugar al mismo tiempo. ¿Por qué simplemente no se van algunas a cualquier otro sitio? ¿No seríamos todos más felices si hubiera menos gente? Tal vez no. Tal vez estaríamos más solos.
Supongo que mucha gente se siente sola aun cuando tenga mucha gente alrededor. Pienso que se trata de una de las ironías del mundo en que vivimos.


**

Me resulta difícil no pensar en mi vida en el sentido de ser recordado. Peter tratará de hacer todo lo que esté en su mano para olvidarme. Pienso que es triste que las personas mueran y no haya gente que las recuerde generación tras generación hasta el fin de la civilización. Voy a formar parte del montón de muertos olvidados. Supongo que ser recordado no es tremendamente importante. Supongo que antes de que naciera no había indicación alguna de mi venida al mundo. No tengo claro si eso es relevante. Sí tengo bastante claro que estoy perdiendo las facultades de razonamiento y comprensión. Estoy bastante seguro de que ya no están del todo conmigo.


[Pálido Fuego. Traducción de José Luis Amores]