Hay que acostumbrarse a los difuntos,
a su presente ausencia
que tanto nos alivia y decepciona;
a la sombra difusa del instante
que disfrutamos juntos alejándose
definitivamente; a la idea
de una osamenta bajo tierra,
que no es nada, pero fue un hombre
(con sueños, y fracasos, y alegrías),
y por este motivo nos espanta.
Hay que acostumbrarse a los difuntos,
en lugar de ahogarles con el llanto
o cubrirles de olvido ignominioso.
No les sepultes por segunda vez,
es labor exclusiva de los años.
05-08-2005
Jacob Iglesias, Las piedras del río
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