martes, febrero 19, 2013

Música para torpes, de Luis Miguel Rabanal



CONTRA LA BURLA

Secretos que atesorar bajo el sopor
de la almohada, cocos relumbrones y mixtos.
Más allá del azar, cuando se han superado
ya los años horribles y cuelgan las babas
de la boca y estudian tu creatinina otra vez,
más allá del azar
se esconde el pícaro que atenaza tu pecho
con punzones oxidados y diversos productos.
No supervisan ahora tu sudor, concibes
un mundo de posologías y callejas,
añoras el sueño donde se representa para ti
solamente la muerte.
La casa está en silencio
y el silencio es una aterida luz que no tocas,
alguien, bajo tu ventana, al pasar estornuda.
Por qué tendría uno que confesar su delito
si esperar frente a ti, teñido de lóbrego,
ya es suficiente desorden.
La cama que inquieta con su olor, el vaso
de agua lejano que miras con sed,
con locura,
el escozor de tu postilla que es fuego.
Todo te ha sido entregado
por ese absurdo dios que se estremece
asiduamente, te ha sido regalado
para martirizarte con enorme tesón,
igual que un caballero se cortaría las venas.
Bien, asume tu derrota siquiera,
nos harías un favor si partieses
a la atribulada región de los hipócritas.
Nos quedaría un sabor amargo en la garganta
pero qué más da, si hasta tu aliento
se imagina en estos casos riguroso.

**

UNA ESPECIE DE PLANTA

Tenlo presente para cuando te despiertes.
No necesitas
que te crezca el apetito por una urgencia
fútil, te sabes las adivinanzas que te sabes
y las que no, las inventas
para él por doquier los cromos y los botes.
Afuera ha quedado la niñez
y su inmediata ternura has de examinarla
sin gentileza ni hostias,
desangelada como si fuese un accidente.
Como una tromba de agua que golpease
ahora tu cristal.
No debes quejarte todavía, la vida te sonríe
con su ojo vago y te recorta las uñas,
tenlo presente para cuando te despiertes
y veas abrazadas a ti las yedras
de la casa.
Pues parece ser que te conocen,
que buscan en tus ingles para herir en ellas
al adolescente que nunca fue mortificado
por algo semejante, es la hora
de las más puras contradicciones.
Cualquiera lo diría, un hombre que sufre
atado a sus recuerdos
que son un tiovivo o son la sacavera.
Depende de los vientos, del humo
que dejaban los barcos al partir
un día señalado de noviembre.
Tenlo presente para cuando te despiertes.
Y la vida, a tu pesar, prosiga y te falten
las ganas de anotar los mayores disparates,
y de esperar y esperar y esperar
el exterminio.