martes, enero 15, 2013

Zero Dark Thirty (La noche más oscura)




Siempre me ha interesado el cine de Kathryn Bigelow. Su caso, como el de su ex, James Cameron, ha seguido un rumbo paralelo: del cine de acción a los Oscar y a la adquisición de cierto prestigio. Aunque a mí me parece más interesante Bigelow, pese a algunos tropiezos (K-19: The Widowmaker y El peso del agua son dos obras menores). Especialmente siento predilección por Los viajeros de la noche y por Días extraños, y en su época me impactó mucho Le llaman Bodhi.

Sigo viendo a Bigelow como una directora de cine de acción y suspense, aunque ahora, tras tanto premio con sus dos últimas películas, la crítica y el público parecen mirarla con otros ojos. Zero Dark Thirty también es un buen filme, aunque con reparos. Me explico: la primera mitad de la película es algo que ya hemos visto, una de esas cintas de espionaje, muy entretenidas, con un reparto de estrellas en papeles secundarios (aquí están Mark Strong, James Gandolfini, Joel Edgerton, Stephen Dillane, etc), con un montaje que mantiene la tensión, con personajes-llave que conducen a la caza de los personajes más importantes, con diferencias entre lo que piensan los altos mandos de traje y corbata y los que se lo curran de verdad, los que salen ahí y ponen en peligro su vida… Recordemos películas parecidas: Argo, Syriana, Red de mentiras, Munich… Si empieza siendo algo que nos parece ya haber visto, sin embargo cuenta con dos bazas que la convierten en una cinta de visión casi obligatoria:

Primero: la manera en la que Bigelow ha manejado ciertos aspectos. Para empezar, la inclusión de escenas de tortura por parte de la CIA es muy valiente (y arriesgado) por su parte. Luego, la historia de la caza y captura de Bin Laden adquiere paralelismos con otras películas sobre obsesiones, y a mí me llevaron a recordar Zodiac y El silencio de los corderos. El personaje de Jessica Chastain no puede quitarse de la cabeza a ese Bin Laden escurridizo, que pasa de fantasma del que se cuentan rumores y leyendas a ser un simple viejo de barba blanca al que los soldados abaten en la noche, y esa obsesión le da entidad a Zero Dark

Segundo: su última media hora. Aunque ya sabemos lo que va a pasar, aunque conocemos el desenlace desde antes de ver el filme, todo lo que concierne a la caza del objetivo es fascinante. Es el momento en que se acaban las preguntas, las búsquedas, las torturas y los enigmas y pasamos a la acción, filmada con visores nocturnos (como en el clímax de El silencio de los corderos). Y, dentro de esa última parte de la película, no puedo olvidar el plano final, que encierra distintos significados para cada espectador.