lunes, diciembre 10, 2012

Danzas de guerra, de Sherman Alexie



Ya hemos hablado varias veces, en este blog, del indio de la tribu de los spokane Sherman Alexie, así que me ahorraré la presentación. Danzas de guerra es el nuevo libro traducido de este autor, por cuya obra siento predilección, y que acaba de publicar Xordica. Alexie hace algo que a mí me gusta mucho, pero que en España no es frecuente encontrar (salvo casos aislados, como en la mayoría de los libros de David González): alterna poemas y relatos. Incluso en algunos textos hay una mixtura de ambos.

Creo que, en sus poemas, predomina el toque autobiográfico: cosas que ha visto en los aviones, o mientras iba conduciendo un coche, o sobre ciertos aspectos del pasado, con títulos tan estupendos como “Oda a las novias de las ciudades pequeñas” y “Hogar de los bravos”. Aunque en los relatos imagino que también hay vivencias propias del autor (como en el texto en el que visita a su padre en el hospital), predomina la ficción, pues en alguno de ellos el narrador ni siquiera es un indio de la tribu de los spokane. Una tercera clase de textos son aquellos que Alexie ha estructurado en forma de cuestionario: alguien pregunta y el narrador va introduciendo respuestas que, en muchos casos, apenas guardan relación con las cuestiones, lo que nos acaba dando dos historias o dos vías narrativas, es decir, lo que le interesa al entrevistador y lo que cuenta el entrevistado.

Una de las señas de identidad de los cuentos es la obsesión. Personajes obsesionados con alguna circunstancia durante todo el relato: como el tipo de “La balada de Paul Sinembargo”, que detiene a chicas guapas en los aeropuertos, o el narrador de “Sal”, que se obsesiona en hacer lo correcto en su trabajo, lo que supone que su jefe no esté contento. Tampoco faltan un par de historias en las que los protagonistas están involucrados en el cine: guionistas o montadores, porque Alexie ha dirigido una película y escrito algunos guiones, con lo cual sabe de sobra de qué quebraderos de cabeza de la profesión habla. El mejor texto es, para mí, el más largo, que también da título al volumen: “Danzas de guerra”, en el que un hombre se obsesiona con el tumor de su cabeza; de este relato os dejo un fragmento:

Extendía la manta Star sobre mi padre. Él se subió la gruesa lana hasta la barbilla. Y entonces empezó a cantar. Era una canción sanadora, no la misma canción que acababa de oír, pero una canción sanadora de todos modos. Mi padre cantaba muy bien. Me pregunté si era adecuado que un hombre cantara una canción sanadora para sí mismo. Me pregunté si mi padre necesitaba ayuda con la canción. No había cantado en muchos años –no de ese modo–, pero me uní a él. Sabía que la canción no traería de vuelta los pies de mi padre. Esa canción no arreglaría la vejiga, los riñones, los pulmones y el corazón de mi padre. Esa canción no evitaría que mi padre bebiese una botella de vodka en cuanto pudiera incorporarse en la cama. Esa canción no derrotaría a la muerte. No, pensé, esta canción es temporal, pero ahora mismo temporal es bastante bueno. Y era una buena canción. Nuestras voces llenaron el pasillo de rehabilitación. Los enfermos y los sanos se detuvieron para escuchar. Las enfermeras, incluso la distante enfermera negra, dieron sin darse cuenta unos pasos hacia nosotros. La enfermera negra suspiró y sonrió. Yo le devolví la sonrisa. Sabía qué estaba pensando. A veces, incluso después de todos esos años, su trabajo podía sorprenderle. Todavía le maravillaba la fe infinita y ridícula de los demás.

Y, de broche, uno de los poemas del libro. Todo ello gracias a la traducción notable y fluida del escritor Daniel Gascón:

CADENA ALIMENTICIA

Esta es mi voluntad:

Entiérrame
en un hormiguero.

Después de una semana
de ese banquete,

prende fuego a las hormigas.
Hazme una pira funeraria.

Deja que el fuego suba
hasta los ojos

de esos cuervos
en el hilo telefónico.

Asusta a esos pájaros
para que huyan

con mis últimas palabras:
Me encantó la vida.


[Traducción de Daniel Gascón]