Cualquier cinéfilo que se precie sabrá que el ruso Andréi
Tarkovski fue uno de los cineastas más reputados y respetados de la historia
del cine. Lo que no todos conocerán son las dificultades que encontró para
rodar sus películas. El régimen soviético le puso tantas trabas en su trabajo
(recortes de presupuesto, censuras y tijeretazos, prohibiciones, negativas a
que algunos de sus filmes se vieran en algunos festivales del mundo,
cancelación de proyectos…) que, durante veintitantos años de carrera, sólo
logró rodar siete películas.
En el camino quedaron un montón de proyectos que nunca
pudo ver cumplidos: un biopic sobre Dostoievski, sendas adaptaciones de los
libros El Maestro y Margarita (de
Bulgákov), El idiota (Dostoievski), La muerte de Iván Ilich (Tolstói) e
incluso una película sobre el último año de vida de Tolstói, entre otros. De
todos esos proyectos da cuenta en estos diarios, que abarcan el período
comprendido entre 1970 y 1986, año de su muerte. De hecho, Tarkovski mantuvo su
diario hasta unos días antes de expirar: interrumpió sus anotaciones cuando lo
ingresaron en un hospital, falleciendo de cáncer unos quince días después.
También anota otros aspectos de su vida: el tiempo en que
no permitían salir de la Unión Soviética a uno de sus hijos, mientras él vivía
en otros países; sus reuniones y la escritura de proyectos con el poeta Tonino
Guerra; sus viajes y sus apuros económicos; su vida familiar y sus amistades; sus
lecturas y las películas que veía de vez en cuando (es lo único que le
reprocharía a Tarkovsi: su elitismo; se colocó un listón tan alto que sólo leía
las obras maestras de Thomas Mann, Tolstói, Bulgákov, Pasternak, Shalámov, Dostoievski,
Shakespeare, y, en cuanto al cine, vio las grandes obras de sus contemporáneos,
pero las puso casi todas a parir, ya fueran de Coppola, de Bergman, de Kubrick,
de Allen o de Kurosawa)…
Es cierto que, para quien no esté tan entusiasmado como yo
con el cine, quizá la lectura de estos diarios resulte ardua (y no olvidemos
que el PVP del libro es bastante caro). A veces, el director sólo se limita a
anotar lo que le ha pasado durante el día o lo que tiene que comprar para su
casa. A mí el libro me ha encantado, principalmente porque refleja las
dificultades por las que tuvo que atravesar, y la cantidad de putadas que las
autoridades le hicieron, y porque describe las entretelas de un director de
cine. Y es sobrecogedor el último año de su vida, cuando le diagnostican el
cáncer y empieza ese rosario de calamidades y padecimientos (quimioterapia,
radioterapia, biopsias, vómitos, pérdida de pelo, miedo, falta de esperanza…).
Abajo, unos cuantos extractos:
Para vivir, hay que
cobrar algo. Pero en tu arte eres libre. Claro que hay que publicar, hacer
exposiciones, pero si esto no es posible, queda lo más importante, la
posibilidad de crear sin tener que pedir permiso a nadie. En cine esto no es
posible. Sin el beneplácito del Estado no se puede grabar ni una secuencia. Y
aún menos se puede hacer con el dinero de uno. Se entendería como un robo, como
una agresión ideológica, como una subversión. Si a pesar de su talento un
escritor deja de escribir porque no lo publican, no es un escritor. El deseo de
crear define al artista, y este rasgo entra en la definición de talento.
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La masa no necesita
el arte, necesita otra cosa distinta: la diversión, un espectáculo para
descansar con un argumento moralizante de fondo.
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8 DE OCTUBRE
Hoy es el entierro
de mamá.
(Y en la exposición
de los sesenta años de cine soviético sólo está una de mis películas, La
infancia de Iván (de la guerra) ¡?).
El entierro de mamá.
El cementerio de Vostriakovo. Ahora me siento indefenso. Y que nadie en el
mundo me querrá como me quiso mi madre. En el ataúd no se parecía nada a sí
misma. Y madura en mí la convicción de cambiar de vida. Tengo que hacerlo con
más valentía y mirar al futuro con seguridad y esperanza. Querida, querida
mamá. Verás, si Dios lo permite, que aún haré muchas cosas: ¡tengo que empezar
desde el principio! Adiós… no, adiós no, porque estoy seguro de que volveremos
a vernos.
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28 DE FEBRERO
Nunca he deseado ser
adorado (me avergonzaría hacer el papel de ídolo). Lo que siempre he deseado ha
sido ser necesario.
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(Año 83; extracto de una carta al Presidente Pertini)
Créame, no soy un
disidente en mi país y mi reputación política en Rusia puede considerarse
incluso ejemplar. Hace más de veinte años que trabajo en el cine soviético y
siempre he intentado, en la medida de mis fuerzas y talento, conseguir que
fuera apreciado más ampliamente. Lamentablemente, en estos veinte años sólo he
conseguido hacer –y no por mi culpa– cinco películas.
La causa principal
–y mis películas nunca han tenido un carácter político ni han ido contra la
Unión Soviética, sino que siempre han sido obras poéticas– ha sido el deseo de
rodar mis “propias” películas, pensadas a partir de los guiones escritos por
mí, es decir, como las llaman en
Italia, “películas de autor”, y no las películas encargadas por la
cinematografía soviética.
Consecuentemente, hacer
cine en mi país se ha vuelto cada vez más difícil. Y cada vez que una de mis
películas se proyectaba públicamente, los dirigentes del cine soviético
intentaban hundir y relativizar su éxito, por ejemplo, prohibiendo a la prensa
hablar de él. Al público soviético, sobre todo a los jóvenes, le gustan mis
películas, como sucede en otros países aparte de Rusia. Pero este éxito no
gusta al poder y la prensa guarda silencio sistemáticamente.
En la Unión
Soviética no he recibido ni un solo premio por mi trabajo. Ni a una sola de mis
películas le han dado un premio en los festivales soviéticos. A pesar de ser
recibidas con admiración en todo el mundo y recibir premios importantes en
festivales internacionales que dieron prestigio al cine soviético. Mis películas
se distribuían en Occidente y yo no recibía nada de la venta. A pesar de mis
inclinaciones pedagógicas, nunca me propusieron dedicarme a la enseñanza en
ninguna escuela de cine de Moscú.
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15 DE DICIEMBRE
El hombre vive y
sabe que morirá tarde o temprano. Pero no sabe cuándo y por eso deja este
momento para el futuro. Esto le ayuda a vivir. Pero ahora yo sé cuándo moriré.
Y nada puede ayudarme a vivir. Y esto es muy duro. Pero lo más importante es
Lara. ¿Cómo decírselo? ¿Cómo darle este golpe horrible con mis propias manos?
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Leo los Relatos
de Kolymá de Shálamov. ¡Son increíbles!
¡Es un escritor genial! Y no por lo que escribe, sino por los sentimientos que
deja después de leerlo. Muchos se sorprenden: ¿de dónde surge este sentimiento
de purificación después de tanto horror? Muy sencillo. Shálamov habla de sus
sufrimientos y, con su verdad más allá de toda ideología (su única arma), nos
obliga a padecer e inclinarnos ante un hombre que ha estado en el infierno. Los
hombres temieron y respetaron a Dante: ¡había estado en el infierno! En el que
ellos imaginaban. Pero Shálamov estuvo en el verdadero infierno. Y el verdadero
ha resultado ser más espantoso.
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(15 dic. 1986; final de la última anotación)
Si ahora me pudiera
liberar:
1. del dolor de
espalda, y después
2. de los brazos
se podría hablar de
volver a crear después de la quimioterapia. Pero ahora no tengo fuerzas para
volver. Este es el problema.
El negativo, cortado
por muchas partes al azar, y no sé por qué…
[Traducción de Iván García Sala]