Existen algunos
puntos de contacto entre el argumento de Magnolia y la biografía de Anderson, lo que sin duda potenció su implicación
emocional en este trabajo. Mientras Anderson escribía el guión, sufrió de cerca
las consecuencias del cáncer: el 6 de febrero de 1997 murió su padre debido a
un cáncer pulmonar, y Anderson le cuidó sus últimos días de vida. Tan sólo dos
días después falleció, también por cáncer, el actor Robert Ridgley, amigo del
director y que ya actuó en The Dirk Diggler Story, así como en Sydney y Boogie
Nights.
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En el retrato del
niño prodigio que finalmente se rebela al trato que recibe de los adultos –no
sólo de su padre sino también de los que forman parte del concurso– es
apreciable, como ha reconocido Anderson, la influencia de algunos cuentos
cortos de J. D. Salinger, recogidos
en los volúmenes Nueve cuentos
(1953), Franny y Zooey (1961), Levantad,
carpinteros, la viga maestra (1963) y Seymour:
Una introducción (1963), en que se ocupa
de los problemas de los hermanos Glass –o de otros niños prodigiosos como el
protagonista de Teddy, cuento
perteneciente a la primera colección señalada–, brillantes y extremadamente
sensibles y que de niños participaron en un concurso radiofónico de
características similares al que aparece en la película, llamado Es un niño
sabio.
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La conexión que existe entre escribir desde las entrañas y escribir a
partir de la música es evidente en la secuencia Wise Up de la película. Había llegado al final del monólogo de Earl antes de
morir y estaba tratando de encontrar una manera de avanzar en la emoción, pero
me había atascado. Hasta que, mientras borraba y borraba en el ordenador,
escuché a Aimee Mann cantando Wise Up.
Empecé a escribir con la canción, sin pensar nada más que en la letra. El curso
natural de las cosas era hacer que todos los personajes la cantaran, y que la
cantaran tal como la sentían […] Fui lo suficientemente estúpido o lo
insuficientemente cobarde como para no borrar una vez que terminé de
escribirlo. Y, antes de que me diera cuenta, ya estaba filmándolo. Sólo quiero
agregar que me alegro de haber sido tan inconsciente.
[…]
Para confirmar, además, la carga emocional implícita en la misma, hay
que considerar que está situada inmediatamente después del momento en que Phil
le administra la morfina líquida al moribundo Earl Partridge, probablemente el
instante del filme más emotivo para Anderson, habida cuenta de su obvia
vinculación con la reciente muerte por un cáncer de su padre.
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En la representación que ha construido sobre sí mismo Frank Mackey, el
papel del disfraz resulta fundamental: en sus extravagantes seminarios, en los
que escenifica un machista ritual que mezcla, por un lado, un hortera sentido
del espectáculo y, por otro, las estrategias para la creación de un carismático
liderazgo propias de un telepredicador, viste algo parecido al disfraz de un
superhéroe. De hecho, antes de iniciar la entrevista, le dice a Gwenovier: “Soy
como un superhéroe, soy Batman, soy Superman”. No es casual que esto lo diga,
premonitoriamente, mientras se desviste y se cambia de ropa, es decir, mientras
se quita el disfraz: en efecto, la entrevista con la periodista, al revelar
ésta todas las mentiras con que ha fabricado su historia familiar, va a suponer
el desvelamiento de lo que hay tras la apariencia engañosa que ofrece a los
demás –mientras se desviste Frank Mackey se queja a la periodista de que no
estén filmando, aún inconsciente de que la representación está a punto de
llegar a su fin–.
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Las novedades aportadas por Pozos de ambición respecto a su obra previa son muy notables, revelándose como un
verdadero salto adelante en la evolución creativa de su autor, y
constituyéndose en una obra de madurez, a pesar de la juventud de su director,
dentro de su trayectoria: ya no es la obra del niño prodigio del cine
norteamericano, mimado por la crítica internacional y muy consciente de su
talento, sino la obra del cineasta con una carrera importante a sus espaldas,
pero que no por ello se ha acomodado sino que, todo lo contrario, sigue
afrontando su trabajo desde una actitud de búsqueda de nuevos caminos,
asumiendo riesgos muy considerables.