Con la saliva que
gastan mis enemigos
para injuriarme
construyo un río
en el que navego por
las noches
con sus novias o sus
hermanas.
Con las piedras que
me lanzan
construyo la casa
en la que vivo como
un rey.
Si las pedradas
siguen
haré un condominio,
lo venderé y seré rico
mientras ellos
ejercen su derecho
a patalear de
envidia.
Con las balas que me
disparan
construyo un árbol
de pólvora:
al encenderlo se
forma la vía láctea.
Con las palabras que
me arrojan
escribo mis libros;
si se dan cuenta
que en vez de
enemigos
son mis mejores
publicistas
exigirán regalías.
Agotado su almacén
de palabras, balas,
piedras
me declaran poeta
nacional.
Yo vivo
escribiendo poemas
en servilletas
de chulo por las
calles
de una ciudad que ni
siquiera es mía.
Cuando mueran
sentiré que algo me
falta.
Margarito Cuéllar, Tan lejos de Dios. Poesía mexicana en la frontera norte,
de Varios Autores. Edición de Uberto Stabile