A Kathy Acker, heroína punk de las vanguardias literarias
norteamericanas, me la descubrió David González hace unos cuantos años. Leí las
dos novelas que tradujeron y publicaron en Anagrama (Aborto en la escuela y Don
Quijote que fue un sueño) y me interesó mucho su vida (echen un vistazo en
Wikipedia), y sobre todo las circunstancias de su muerte: falleció en Tijuana, a
los 50 años de edad, mientras buscaba algún remedio para el cáncer de mama que
padecía y que acabó con ella. Antes de comentar la novela que nos ocupa, debo
hacer dos advertencias:
Una. Kathy Acker no es una autora fácil. Su literatura es
punk, anárquica, feminista, rompedora, evita los géneros y las etiquetas y los
encasillamientos, habla mucho sobre el sexo y el incesto, sobre violaciones y
abusos y perversiones. Sus novelas no siguen un orden lógico, sino que se
parecen mucho a algunos libros de William S. Burroughs, especialmente a El almuerzo desnudo. Mientras uno pasa
las páginas, debe olvidarse de la lógica y dejarse llevar por las imágenes que
crea y por las frases tan turbadoras que mete en cada párrafo.
Dos. Al final del libro hay un epílogo de Tamara Browne
que ayuda a la comprensión de la novela. Aconsejo leerlo primero, para saber
qué nos vamos a encontrar, y luego meterse en la narración. Yo lo dejé para el
final y me arrepentí: las notas de Tamara, como digo, constituyen una guía
esencial para adentrarse en el libro, especialmente por esos guiños, préstamos
y plagios de Acker, en los que utiliza los clásicos, los mitos griegos y las
novelas populares.
En El imperio de los
sinsentidos nos encontramos a una pareja, los dos narradores del libro, que
deambulan por un futuro en el que se encuentran constantemente con actos
violentos y sexuales. Abhor y Thivai luchan contra el sistema y contra lo
establecido y quieren ser piratas modernos. Y en su narración Acker tira de Neuromante, de Mark Twain, de Burroughs,
de un montón de referencias que a mí, casi siempre, se me escaparon, pero que
sin duda dan enjundia al libro; a este libro extraño, difícil y potente, dedicado
por Kathy Acker a su tatuador, y del que os copio un extracto:
Un marinero es un
ser humano que ha cambiado la pobreza por las riquezas de una realidad
imaginativa.
Semejante actitud
lleva implícita la destrucción de la sociedad. Una actitud por ende delictiva,
de criminal siempre a la fuga, sin techo, odiando la propiedad, volátil como el
tiempo, el marinero hará naufragar cualquier vida atada a la tierra. Los
muertos matan. No confiéis en ellos. Un marinero tiene un amor en cada puerto y
sin embargo no sabe amar, por muchos corazones que se tatúen en el culo.
El marinero anhela
un hogar, pero su amor verdadero es el cambio. La estabilidad en el cambio, el
cambio en la estabilidad sólo ocurre en la imaginación. No crecen rosas en las
tumbas de los marineros.
[Traducción de Andrés Piquer Otero]