miércoles, mayo 30, 2012

Peking by Night, de Svetislav Basara



Tres ejemplos de un libro de cuentos muy divertidos, experimentales y plagados de sorpresas:

Morí antes del amanecer, pero no dejé de escribir. Esta loca manía ha superado incluso a la muerte, y ahora, en vez de ocuparme de mi destino, escribo y escribo, mientras unas fuerzas horribles e incomprensibles me llevan y arrastran cada vez a más profundidad, o cada vez más lejos, si es que los complementos adverbiales (que ni siquiera me importaban mucho mientras vivía) tienen algún sentido. Nunca he creído demasiado en la muerte.
[Del relato “Chönyid Bardo”]

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Me he perdido en el supermercado. Quería comprar algo, una cosita sin importancia; he caminado un buen rato a través del laberinto de góndolas llenas de mercancías y de repente me he dado cuenta de que estoy perdido y nunca más encontraré el camino hacia la salida. Eran aproximadamente las ocho menos cinco, me encontraba en la página 127, el supermercado cerraba a las ocho, las posibilidades de llegar a la salida eran casi nulas. ¿Qué podía hacer? Me senté en ALGO, estaba inclinado y por eso lo escribo en cursiva, suspiré y me cubrí el rostro con las manos.
[Del relato “Perdido en el supermercado”]

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[…] Estamos igualmente perdidos; tú en ese lado del papel y yo en este. Piensas que soy todopoderoso, que el curso de la narración es un capricho mío. Te aseguro que no es así. No sé por qué la historia empezó como empezó, ni sé cómo acabará. Lo único que sé es que debe fluir. Que debe tener treinta páginas. Ten un poco más de paciencia. Casi estamos en la mitad.
[Del relato “Perdido en el supermercado”]


[Traducción de Luisa Fernanda Garrido y Tihomir Pištelek]